Judit Mascó estuvo ayer en Palma para participar en una mesa redonda organizada por la Fundació Vicenç Ferrer. La modelo catalana, nacida en 1970, atendió a Ultima Hora y se mostró simpática, natural y muy accesible. ¿Por qué no iba a serlo?, preguntaría ella. Y también guapa, muy guapa, pero eso ya no sorprende a nadie. Judit Mascó es una mujer de una belleza tranquila, de ésas que invitan a mirarla indefinidamente y sin miedo a perderse en la vulgaridad.
-¿Desde cuándo Judith Mascó colabora con una
ONG?
-Perdone, Judit se escribe sin hache, que soy catalana. Nadie lo
escribe bien, pero me gustaría que esta vez usted sí lo
hiciera.
-Un placer. ¿Desde cuándo Judit Mascó colabora con una
ONG?
-Desde el año 1996, que me fui a la India de vacaciones con mi
marido. En un principio el destino era China, pero una amiga nos
recomendó visitar India y conocer a un hombre llamado Vicenç
Ferrer, que está haciendo un trabajo enorme de ayuda a los más
necesitados. Le prometo que este hombre no era todavía conocido, no
había salido nunca en un medio de comunicación. Pero por cosas del
destino esa misma semana el suplemento de El País publicaba un
reportaje de él y al final del texto ponía un teléfono. Llamé y se
puso él directamente. Y fuimos. Por supuesto que Vicenç no sabía
quién era yo, nunca había oído hablar de mí. Fue increíble ver el
trabajo que hace este hombre en India. Con él aprendí que los
grandes hombres son los más accesibles, los más sencillos.
-Hasta hoy.
-Sí. Mi marido apadrinó a una niña ciega y yo a un niño
discapacitado.
-¿Por qué se quedó tan fascinada por Vicenç
Ferrer?
-Por él como persona, y porque me di cuenta que el dinero allí sí que llega y comprobé el bien que hace la Fundació con él.
David J. Nadal