El Escarabajo posee energías extraordinarias. En la imagen más recurrente que tenemos de él, le vemos trasportando una bola que le supera sobradamente tanto en dimensiones como en peso. Esta idea de fuerza desproporcionada si la relacionamos con su tamaño real sugirió una analogía con el cuerpo humano. Tenemos un órgano central, imprescindible, y que realiza un trabajo muy superior a las posibilidades de su apariencia; se trata del corazón centralizando y bombeando toda la sangre del cuerpo humano.
En los procesos de momificación se extraía el corazón del difunto para evitar gérmenes de descomposición, pero ya que todo el ritual no era más que la disposición del difunto para que pasara a otra vida, teniendo que hacer el esfuerzo de atravesar todo tipo de pruebas, iba a necesitar otro corazón que al menos igualara en fuerza al que mantuvo la vida. Moviéndonos ya en el mundo de lo simbólico, de las analogías, es comprensible que escogieran al Escarabajo como nuevo corazón/motor de vida, y lo pusieran en el lugar del corazón del difunto.
La bola que arrastra el Escarabajo pelotero, que es al que nos referimos, está hecha de excrementos, detritus. A partir de este proceso el escarabajo redimensiona sus significados, y así relacionamos la bola que arrastra el Escarabajo con la mismísima bola de fuego que es nuestro Sol (la polaridad contraria a los excrementos). Al hacer girar la bola de excrementos es como si hiciera girar el Sol a través del Zodíaco, quedando así el Escarabajo como símbolo de la fuerza invisible de la creación.
El Sol contiene el germen de la vida y de toda la existencia. De la misma forma, el escarabajo nace del interior de la bola de excrementos, que ha estado sumergida durante un periodo de 28 días (mes lunar). Para depositarla en el lugar húmedo el Escarabajo ha seguido la orientación Este Oeste, la misma que lleva el Sol.
F. Suau