Su nombre deriva de hierro y su elaboración es uno de los trabajos primordiales del herrero. El hierro es símbolo de duración y también de robustez, sugiriéndonos la construcción de herramientas (de nuevo hierro) con las que modificaremos la materia. Al relacionarla con el caballo, cuya pisada y tarea refuerza, obtenemos el resto de la información. El caballo es sin duda el animal más útil e inseparable del hombre en la historia de la humanidad. Le ha servido desde hace miles de años como medio de transporte eficaz, robusto, en el que además podía confiar. El caballo adquiría junto al guerrero los honores de la victoria. Representa una fuerza fiel.
Para que un caballo desarrolle toda su potencia es necesario que haya un herrero experto. Se necesita una herradura en la medida exacta y sobre todo bien claveteada; no es una tarea banal esta especialidad del herrero. La herradura es el primer elemento añadido por el hombre que completa y potencia la labor del caballo, y su imagen conserva la misma idea de protección fuerte y efectiva que tiene para la vigorosa pata del caballo. Es natural que el herrero tendiera a situar ese objeto en la pared de su taller para designar su oficio cuya imagen es un derroche de poder, de energía humilde y de eficacia.
Hay que resaltar que la labor del herrero está relacionada inseparablemente con el fuego, elemento de poder indispensable para domar, modelar, el hierro. Tras la herradura, el herrero tiene algo de imagen alquímca al sugerirnos a quien trasforma la materia, en una especie de solve et coagula hermético. De quien se ha «hecho a sí mismo» decimos que se ha forjado una personalidad, y quien tras unos objetivos de superación va decidido hacia sus metas, con tesón y esfuerzo, decimos que se ha forjado un destino.