Mallorca se convierte en estas fechas veraniegas en un complemento indispensable en la maleta de todo turista, a su regreso a su país natal. Mallorca pierde su verdadero y auténtico encanto y pasa a convertirse en un mero detalle, que los viajeros regalan a sus familiares y amigos, como testimonio de que, efectivamente, han estado aquí. La Isla disminuye de tamaño, cambia de forma, incluso de color, es decir, se materializa y se pone a la venta en todos los comercios de souvenirs de las zonas turísticas. Los turistas, por supuesto, no desaprovechan esta metamorfosis y se hacen con todos los recuerdos de Mallorca, habidos y por haber.
Los hay de todas las formas y precios, para turistas con gusto y sin él. Los souvenirs que llevan impresa la etiqueta de «Recuerdo de Mallorca» son los más solicitados. Al parecer es la prueba más convincente de que el turista ha visitado la Isla. Son objetos típicos de cualquier zona geográfica "española o extranjera", que con un simple distintivo del lugar se convierten en algo propio. Van desde la ranita de la suerte, pasando por las bolsas playeras, los delantales, las conchas de mar, los bolsitos, los abanicos y, por supuesto, los distintos objetos de cerámica.
Después se encuentran los recuerdos de otras zonas, que han sido adoptados indefinidamente por nuestra Isla y que tienen un gran éxito entre los turistas más freakies. Se trata de los detalles «tipical spanish» como los vestidos de flamenca, las castañuelas y las muñecas sevillanas. Pero no sólo lo andaluz tiene éxito, también los sombreros mejicanos, tan lejanos a nosotros, en distintas medidas y colores, se venden «como churros».
Hay otra clase de turistas que apuestan por los objetos autóctonos. Es decir, recuerdos que representan las raíces mallorquinas y que han sido fabricados artesanalmente en la propia Isla. Estos artículos van desde los payeses de barro, ataviados con el traje regional, pasando por los distintos complementos realizados a partir de la madera de olivo, y por el ya legendario siurell hasta las perlas de Majórica. Estos recuerdos suelen ser bastante más caros que los mencionados anteriormente, debido a su tradición artesanal. Los vendedores de recuerdos coinciden en afirmar que su meta es captar al turista con productos atrayentes. Los artículos más absurdos y más horteras son los que más se venden, por ello los comerciantes los ofrecen sin remilgos.