Su Majestad el Rey acudió por primera vez a la plaza de toros de Palma, acompañado por su yerno, Iñaki Urdangarín, duque de Palma, y Fernando Almansa, jefe de la Casa Real. Tanto el Monarca como el resto de los espectadores que llenaron los tendidos presenciaron una interesante corrida, en la que el poble juego de los astados no permitió el lucimiento de los matadores. Apenas se presenciaron pases y calidad y éstos se vieron sustituidos por el tremendismo de Manuel Díaz «El Cordobés», las ganas de «El Juli» en sus dos toros y el deseo de no quedarse atrás de Rivera Ordóñez en su segundo enemigo.
Artísticamente, lo más destacado fueron una media verónica y un quite por caliseras de «El Juli» y una media verónica de rodillas de Rivera Ordóñez. «El Cordobés» tuvo que recurrir al toreo más popular, incluido el salto de la rana, que despertó los aplausos del respetable. Manuel Díaz «El Cordobés» torea mucho mejor de lo que demostró ayer, pero entre que los astados no se lo permitieron y el público pide o quiere verlo en su faceta menos artística, se dedicó a contentar al tendido.
Rivera Ordóñez salió apático y desganado ante su primer enemigo, con el que no se confió en ningún momento. En cambio, al quinto de la tarde lo recibió rodilla en tierra, dipuesto a no dejarse ganar la partida por sus compañeros. Con la muleta inició la faena también de rodilla, pero igual que al resto del encierro, a este toro también se le acabaron pronto las fuerzas y decidió, con buen criterio, despacharlo. Se trataba de la primera corrida en más de un mes después de sufrir una lesión de la que pareció totalmente recuperado.
El susto de la noche lo protagonizó «El Juli» al ser embestido violentamente en los inicios del trasteo a su primer enemigo. Este hecho coincidió con la aberrante actitud de un espectador que, provisto de un puntero láser, intentaba molestar al toreo y al toro. Comportamientos como éste deberían estar, no sólo prohibidos, sino penados con dureza.
El torero madrileño demostró muchas ganas toda la noche y volvió a salir por la puerta grande de Palma, tal y como ya ocurriera hace un año. Dada la inutilidad para el lucimiento de sus enemigos, sobre todo en el último tercio, «El Juli» conquistó al público con dos grandes pares de banderas a su segundo enemigo y con sendas estocadas, echando literalmente encima del morrillo del animal.