Que el precio de la vivienda en Balears ha sufrido un incremento espectacular en unos pocos años es algo que no se le escapa a nadie. En parte porque disfrutábamos de unos precios irrisorios teniendo en cuenta que ésta es una Isla "lo cual siempre implica cierta carestía", que estamos en el Mediterráneo "paraíso de muchos" y que gozamos de un grado de desarrollo importante.
Todo ello «chocaba» con aquellas gangas que permitían hacerse con una hermosa propiedad rústica por diez millones de pesetas y conseguir un piso céntrico por un precio similar, cuando en otras capitales de provincia, especialmente en las costeras, se pagaban cifras de auténtico escándalo por inmuebles parecidos.
Las estadísticas hablan ahora de un crecimiento que supera el cien por cien, es decir, que el valor de nuestras casas se ha duplicado y los jóvenes se ven abocados a realizar un esfuerzo descomunal para conseguir una vivienda en propiedad, aunque el abaratamiento de los préstamos juega a su favor.
Y es aquí donde encontramos nosotros otro hándicap a la hora de comprar nuestra casa si nos comparamos con los habitantes del resto del país. Que en otras zonas los pisos son más caros, es cierto, pero también lo es que allí el nivel de vida es bastante más elevado que aquí, especialmente en lo que se refiere a los salarios medios.
También en esto las estadísticas inciden en el perjuicio que sufrimos los isleños, pues al ser nuestros sueldos más bajos tenemos que dedicar un porcentaje mayor del salario a la compra de la vivienda, llegando hasta el cuarenta por ciento del presupuesto familiar, lo que, por fuerza, repercute en un drástico recorte de la calidad de vida de los baleares.