Mallorquín de cuerpo y alma, José María Pons, embajador español en Dinamarca y antes en Holanda, ha vuelto a su tierra de vacaciones. Sentado en la terraza de su casa de Costa d'en Blanes, con la brisa del mar y el puerto de fondo, Pons nos habla de su trabajo.
"Usted ha sido embajador en dos países diferentes. ¿Prefiere los Países Bajos o Dinamarca?
"Los dos son países muy organizados, como dicen ellos, muy terminados. Me han impresionado por su capacidad de contruir una sociedad moderna, progresista y a la vez con un gran potencial económico. Quizá, mirando el paisaje, prefiero Dinamarca porque vivo más cerca del mar.
"Dinamarca, país de sentimiento nórdico o europeo.
"Indudablemente Dinamarca, dentro de los países escandinavos, mantiene una conexión nórdica muy fuerte. Mucho más de lo que yo imaginaba. Para mí un gran descubrimiento ha sido ver cómo hemos llegado a la UE desde posiciones distintas. Para España, Europa era progreso, libertad, estabilidad y para la mentalidad danesa constituía un peligro.
"¿Miedo a perder el aperturismo de su política social?
"Creen que su modelo social es superior al europeo. Para hacernos una idea, la política social se hace por impuestos y el danés medio paga un 49% de tasas. Así les va bien y muchos no quieren cambiar. Pero desde la presidencia europea, Dinamarca tendrá un aire distinto, aunque deberá adecuarse a la actualidad.
"¿Dentro de esa adecuación está la adopción del euro?
"Esto es un tema complicado. El euro se veía como una amenaza. Una vez que han visto el éxito de la moneda, están reflexionando. El referéndum de 2000 salió en contra y las heridas tienen que cicatrizarse hasta que pueda plantearse otro referéndum. Pero el gobierno actual ha dicho que quiere terminar con todas las excepciones danesas en este tema.
"¿Qué opina de las medidas adoptadas allí sobre inmigración?
"Ellos lo han definido muy bien: «Estamos cansados de ser el mejor alumno de la clase y nos conformamos con ser sólo buenos alumnos». Esto quiere decir que a lo mejor la restricción es de diez a ocho. Además, la sociedad danesa está aceptando muy bien la política de gobierno.
"Como embajador español, ¿cree que el conflicto Perejil derive en un avance marroquí sobre Ceuta y Melilla?
"No. Hay dificultad en entender por qué Marruecos da el paso y pone una bandera en la isla en una serie de circunstancias. Yo como diplomático no soy partidario de la fuerza, pero a veces no hay más remedio. Ahora hay que encauzar las relaciones entre ambos países como mejor se pueda. Me parece muy pobre la frase marroquí de que España está condenada a entenderse. No es que esté condenada, sino que es lo que se quiere, el diálogo, y éste es nuestro objetivo.
"Ya como mallorquín, ¿qué juicio le merece la creciente venta de pisos a extranjeros en la Isla?
"Esto nos lo hemos ganado a base de querer hacer negocio rápido, con ventas millonarias y esto es un peligro que trae consecuencias económicas, medioambientales, sociales y culturales. Cuando todo se llene de propietarios extranjeros, las reuniones de comunidad se harán en varios idiomas e impondrán sus normas y hay que tener cuidado. Dinamarca se anticipó a la adhesión a la UE y tiene medidas al respecto, pero ahora en España habría que someterlo a las leyes comunitarias o enmarcarlo dentro de la regulación municipal.
"Pero así como suben las ventas de pisos, baja el turista de hotel. ¿Tiene una explicación?
"Cuando hace buen tiempo en esos países se anulan las reservas y este año ha pasado esto. Te contaré que una vez vino a verme Abel Matutes, hacía un día malísimo, pero él decía que era un día perfecto. Le contesté que no era de los peores, pero que tanto como perfecto... Entonces él me aclaró riéndose, que con días de mal tiempo, muchos turistas compraban su billete para venir a España.
"Visto así, esperemos que llueva allí. Lo que sí que van a llover en España son novedades con el nuevo gobierno. ¿Prevé cambios con Ana Palacio?
"Toca madera. Cuando hay un cambio de este tipo, hay movimiento y comienza «el baile de los embajadores». Sin ir más lejos hay ahora una vacante en Berlín, pero yo estoy bien en Dinamarca.