José Luis de Vilallonga descansa y trabaja en Sóller, en un bello lugar llamado Ca's Sant. Descansa leyendo y repasando lo que escribe por la mañana, que no es otra cosa que la cuarta entrega de sus Memorias no autorizadas, de las que me he leído dos y que me han encantado. A través de ellas, José Luis, aparte de contar muchas de las cosas que ha hecho en su vida, algunas de las cuales las ha ido apuntado en cuadernos, «de los que tengo cientos», demuestra que tiene una memoria privilegiada, «pero también es un método, pues solo apunto algunas cosas, que al releerlas años después, me permiten recordar aquel episodio».
"Cuentas que Fellini, que no se explicaba que siempre en el cine te dieran el mismo papel, que era el tercero en el triángulo casi siempre, dijo que él te iba a dar un papel distinto. ¿Lo hizo?
"No. El me dio uno, en Julieta de los espíritus, pero fue el de siempre. Me invitó a ir a Roma porque tenía para mi un papel precioso. Cuando fui a su casa me entregó el guión, «léetelo», me dijo. Así lo hice. Era lo mismo de siempre, el mismo personaje...
"Cuentas que Richard Harris maltrató a Soraya en «La mujer de los tres rostros», película en la que tu también intervinistes.
"Era una bestia, o mejor, un borracho. Y cuando lo estaba, era un hombre difícil, lleno de complejos que le hacían insoportable. Pero por fortuna para él, era una época en la que un actor importante podía pillar una borrachera, no aparecer por el plató en una semana y no pasaba nada, cosa que hoy, cuando un metro de película cuenta una millonada, no se le hubiera permitido.
"De los numerosos y brillantes personajes que has entrevistado, ¿cúal te ha impactado más?
"Han habido personajes a los que apenas les he podido hacer dos preguntas, y me han impactado más que otros. Por ejemplo, De Gaulle, que era un monumento, un personaje aparte, dotado, además, de un gran sentido del humor. Karajan, el músico, me impactó porque era una gran director de orquesta, pero no como persona.
"¿Llegaste a entrevistar alguna vez a Charles Chaplin?
"Sí. Era un tipo muy desagradable. Cuando me propusieron hacerle una entrevista, lo primero que hice fue leer su biografía, un tocho de más de setecientas páginas en las que no menciona ni una sola vez a ninguno de sus hijos. Entonces pensé que ese tipo debería de tener algo que no le funcionaba, porque no es normal que no se acordara de sus hijos en sus memorias o que al hijo mayor, Sidney, lo tuviera empleado como su jardinero, igual que Picasso, que tuvo empleado como chófer a su hijo.
"Cuentas también que tuviste una aventura con la vecina del piso de abajo, princesa Irene Orbeliani, aventura que se prolongó durante meses, y que años después el hijo de esta, Nicolás, te vino a ver diciendo que eras su padre.
"Ahora estoy seguro que lo es debido a lo mucho que nos parecemos, aparte de que todo concordaba. Le veo mucho, en ocasiones ha estado en Mallorca, visitándome. Posiblemente vendrá cualquier día de estos.
"Aparte de haber trabajado mucho a los largo de tus ochenta años, veo también que te has sabido divertir.
"Si, porque si trabajas mucho y encima te diviertes, no es malo.
"¿Es un arte saber vivir bién?
"Un arte, no sé, pero sí un talento. Hay personas que por su educación no han sabido abandonar el mundo que las rodea, en cambio yo, sí. Yo me encuentro tan a gusto con un duque, como con un camionero, con una marquesa que con una prostituta. Y creo que mi gran suerte fue la guerra. Por ella, a los 16 años me sacaron del colegio y me pusieron en el frente, sin más. Y eso enseña mucho.
Pese a ser alto, guapo y a veces con dinero, Vilallonga no cree que eso influya a la hora de conquistar a la mujer. «He tenido amigos feos de verdad, pero con un éxito barbaro entre las mujeres, y tíos guapísimos que no se han comido una rosca. Yo creo que para el hombre es bueno que la mujer sea guapa, pero la mujer, mas que guapo, busca un hombre que la proteja, que la haga reir». En su vida ha tenido tres mujeres oficiales, «a la primera -confiesa- la hice muy desgraciada, luego apareció Sylianne, que es la mujer de mi vida, y por último, Begoña, de quien no quiero hablar». Al comentarle que a Sylianne le ha gustado como la pone en sus memorias, pero no de lo que opina de su padre, José Luis se sorprende: «¡Por Dios, si yo a su padre le adoraba!».
-En la guerra formaste parte de piquetes de ejecución, fusilaste, en pocas palabras...
-Eso está contado en mi libro Fiesta, del que los franceses han hecho una película muy bonita.
-¿Y qué se siente cuando te dicen que vas a formar parte del grupo?
-Mira, un amigo mio, cuando se lo notificaron, se volvió loco. Comenzó a reir y no paró. Y si no se ha muerto, debe de seguir riendo. A mi, el sargento, que al verme tan jóven se ve que me cogió simpatía, la misma mañana que me notificaron eso, me trajo un tazón con café y me dijo que me lo tomara sin respirar. Así lo hice, pero más que café aquello era puro coñac. Como jamás había bebido alcóhol llegué a ese momento bastante borracho.
-¿Y apretaste el gatillo?
-Sí, claro. Durante quince días. No te podías negar, porque si no fusilabas, te fusilaban a ti.
-¿Y qué se siente?
-Mira, desgraciadamente se acostumbra uno. Te parece horroroso el primero, el segundo, el tercero, el cuarto... pero al cabo de dos semanas te has acostumbrado... Nos hemos acostumbrado a ver matar gente en el cine, pero esas muertes, en que el actor cae en una espectacular postura abatido por disparos que suenan muy bonitos, nada tienen que ver con la reales. En la vida el disparo es ¡shipp!, nada, una mierda, y la gente cae como un saco de patatas. No es como la tragedia preciosa que vesa en el cine, sino mas bien es algo mediocre, cutre.
Sobre la polémica surgida tras la muerte de Camilo J. Cela, suscitada por el libro de Umbral, Vilallonga opina que «el libro me parece infecto», a la vez que confiesa no sentir ningún aprecio por Umbral, «un gran cronista, muy mal autor de libros, creo que no vende nada, y una persona bastante deleznable: en vida de Camilo estuvo a cuatro patas delante de él y luego ya sea ha visto. Pero eso es clásico en Umbral». Volviendo a Sylianne, José Luis no comparte la opinión de esta: que se separaron por diferencias en la educación de Fabrizzio. «Por eso no se separa nadie. Nos separamos porque había una diferencia notable de años. Veinticinco. Cuando pedí su mano, su padre me lo advirtió: Ahora tienes 50 y ella 25, cuando pasen diez, no sucederá nada, pero dentro de 25 empezaremos a hablar. Y así fue. Cuando cumplí los 75 años ya no me gustaba vivir como le seguía gustando a ella. Es ave nocturna, le gusta estar rodeada de mucha gente... Así que se lo dije: vive como te parezca, que yo viviré como me guste a mi. Hubo un periodo que todo iba bien, hasta que un día apareció alguien.... Entiéndeme, no quiero decir que me cambiara por otro, sino que hubo un momento de desencuentro que fue cuando pareció el otro. Aunque, a decir verdad, ya estaba allí. Es muy buena persona, que además se porta muy bien con ella».