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Ana Obregón, el mayor espectáculo
Once de la mañana, suena el móvil. La voz del amigo, desde Barajas, me advierte que «Ana Obregón llegará a Palma, con su familia, sobre las dos. Viene en mi avión». Realmente no llegaron a las dos sino más bien a las tres, un cuarto de hora después de que lo hiciera Jordi Lp. Llegó con su hijo y sus padres, la madre, muy cansada, porque «venimos con dos horas de retraso», comentó tirando del carrito con unas maletas. Mientras, en torno a Ana, de quien su hijo, que está ya hecho un mocito, no se despegaba, se armó el revuelo de padre y muy señor mío. Por una parte fotógrafos y cámaras, plumillas y reporteros televisivos, preguntaban; por otra, el público que quien menos se esperaba a esas horas era a Ana. Sorprendidos unos, divertidos otros, contemplaban el espectáculo, aunque tambien los había que pasaban de él. Y así, rodeando a la diva, inclcuso en la cinta transportadora, nos acercamos hasta el parking, donde firmó varios autógrafos a los espontáneos que se acercaban a ella a pedírselos. Su padre, don Antonio, conocedor de estas llegadas por haberlas vivido en otras ocasiones, tomó una posición discreta en el cortejo. Nos dijo que la casa de Costa de los Pinos ha sido remozada tras el vendaval del pasado mes de noviembre, «sobre todo en la parte que le corresponde al jardín, que hemos transformado en un jardín mediterráneo con olivos y naranjos, tras la caída de 87 pinos centenarios que muy a pesar nuestro no hemos podido repcuperar». Preguntado sobre la sentencia del Supremo a Mario Conde la considera justa y ejemplarizante: «No cabe duda que Mario Conde merece estar donde está. Se lo ha ganado».
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