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Mallorquines en Israel: un viaje al ojo del huracán

Dos periodistas de Ultima Hora visitan a los isleños que viven en la 'Tierra Prometida'

Nissan Ben Abraham, nacido Nicolau Aguiló, a la derecha, orando junto a otros judíos. Foto: PEDRO PRIETO.

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PEDRO PRIETO
Tres días antes de que un avión israelí bombardeara un edificio de Gaza, que se saldó, entre otras víctimas, con la muerte de diez niños, estuvimos en Israel, concretamente en Jerusalén y Shilo. ¿Que a qué fuimos? Desde luego, a contar la guerra que a diario tiene lugar allí entre judíos y palestinos, no, aunque no pudimos evitar eludirla, pues te encuentres donde te encuentres tienes la sensación de que puede pasar algo -nada bueno, desde luego- cuando menos lo esperes. Es más, no sólo tienes esa sensación de que pueda pasar sino que pasa, verbigratia, un atentado palestino originado por dos kamikaze en un zona de extranjeros ilegales de Tel Aviv y un acribillamiento de parte de palestinos camuflados con ropas militares judías a un autobús de judíos en el asentamiento de Enmanuele, al sur de Jerusalén.

Aunque en nuestra opinión Israel nunca debería de responder con las mismas armas terroristas con las que les atacan los terroristas de Arafat -lo decimos por el bombardeo del lunes-, ahí tienen que tomar medidas, pero de verdad, ya que de lo contrario el conflicto va para largo. ¿Que a qué fuimos a Israel? Nuestro objetivo prioritario era conocer, ver cómo viven, dos mallorquines y una catalana, nieta de mallorquín, de Inca, en Jerusalén y Shilo, personas que no sólo han abrazado el judaísmo con todas sus consecuencias, sino que además uno es rabino, otro va camino de serlo y otra está casada con un rabino, judío norteamericano, que también conoce Mallorca por haber pasado temporadas de vacaciones.

Ellos son: Hana (Ana, cuando era cristiana) Canals Durán, nieta del poeta Miquel Durán, de Inca, además de profesor de Literatura y fundador de la Imprenta Durán; José Fuster, nacido en la zona de Manacor, descendiente de judíos conversos y, hoy, judío, estudiante del Talmud, posiblemente en un futuro rabino -aunque de momento dice que lo único que le interesa es seguir estudiando-, casado con una judía polaca y padre de dos hijos nacidos en Jerusalén; y Nissan Ben Abraham, nacido Nicolau Aguiló, primo del que fuera alcalde de Palma, Ramón Aguiló, cuya familia sigue en Palma -tienen una tienda de mucha solera en la calle Jaume II-, pero que cansado de sufrir golpes a causa de su apellido, marchó a Israel hace algo más de veinte años, donde sigue y seguirá hasta que muera, pues allí tiene su casa, su mujer y sus once hijos a pesar de no contar con mucho más de 40 años.

Nissan es rabino, escribe en hebreo y da clases en el colegio de Shilo, un asentamiento judío ubicado en territorio palestino, a unos 30 kilómetros de Ramallah, el sancta sanctorum palestino, y en frente de Cariot, la ciudad donde nació Judas, el apóstol traidor, aunque de él, Pere Bonnín tiene una idea bastante diferente de la que cuenta el Nuevo Testamento y que a lo mejor algún día explica, sobre todo los motivos que le llevaron a traicionar a Cristo. Nissan, que a través de Ultima Hora Digital se entera de lo que sucede en les Illes y esta parte de Europa, dos o tres noches tuvo que tomar el fusil y hacer guardia en el asentamiento, cosa que a diario, y por turnos, hacen los que viven en él.

Con Hana y Nissan recorrimos la ciudad vieja de Jerusalén. Acompañamos a Nissan a rezar ante el Muro de las Lamentaciones el día más triste del año para los judíos: el 18 de julio, aniversario de la destrucción del primer templo que coincide, además, con el del comienzo de la primera guerra mundial. Luego le acompañamos hasta Shilo -viaje que hicimos en un autobús blindado, porque nunca se sabe-, asentamiento al que se entra por una verja de hierro corrediza, tras identificarnos, que se cierra a nuestras espaldas. Hana y su esposo nos llevaron por los barrios judíos, cristianos y árabes de Jerusalén, sin que ocurriera nada de particular en éste último ante la presencia de dos judíos. Entramos en un tenderete, compramos algo y el dueño, árabe bereber, nos invitó a té aromático diciéndonos que es posible la paz entre los dos pueblos. El viernes por la noche nos invitó a su casa, a celebrar con su familia el Sabath, la gran fiesta de los judíos. Antes, tocados con la kipá, o gorrito sobre la coronilla, pasamos por la sinagoga donde la comunidad rezaba.

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