Arrastrados por la curiosidad que este tema suele provocar entre la sociedad, y más ahora que muchos programas televisivos han apostado por él, un equipo de Ultima Hora asistimos hace algunos días a una sesión de regresión. Con un profundo sentimiento de respeto, combinado con incredulidad y desconfianza, nos trasladamos hasta la consulta de Patricia Eilert, astróloga y especialista en reencarnación y regresión. Nuestro conejillo de indias fue Juana Dols, una persona de total confianza que se sometería a la terapia para después despejar la incógnita sobre la autenticidad de la misma. Esta mallorquina de 24 años deseaba aclarar algunas inquietudes personales, que tenían su base en el pasado. El objetivo de la sesión era trasladar a la paciente a un estado de trance, a través de la relajación profunda, para que ésta retrocediera en el tiempo y encontrara las posibles causas de sus problemas.
Un colchón sin somier y un equipo de música eran los dos únicos complementos esenciales para iniciar el proceso. Un silencio inquebrantable reinaba en la sala, tan sólo alterado por la música y las palabras relajantes de Patricia Eilert. La primera fase del proceso consistió en conseguir la relajación de la paciente a través de frases serenas y tranquilizantes. El resultado fue una hipnosis ligera, en la que Juana estaba completamente atenta a su realidad interior, al mismo tiempo que era consciente de los factores externos. Un solo consejo: evitar todo diálogo con la mente, ya que provocaría un bloqueo en el proceso.
En el trance no hay tiempo, tan sólo realidades paralelas. Por esta razón, la mente viaja con total libertad entre las distintas etapas de la vida. No sólo de la vida actual, sino de realidades pasadas de épocas anteriores. La reencarnación y el poder de la manifestación está presente en todo momento para activar el recuerdo de vidas pasadas, y experimentar que se es más que un cuerpo.
Más de dos horas de sesión hicieron falta para descubrir la causa pasada de los conflictos interiores de Juana. Pero se consiguió. Por respeto a las intimidades de la persona, no contaremos los entresijos de la terapia, pero damos fe de que todo lo acontecido nos escalofrió a todos los presentes.
Por circunstancias de la vida, Juana había almacenado en el inconsciente un sentimiento de culpa que no le dejaba ser feliz. Gracias a la regresión conoció la base de esa infelicidad y a partir de ahora puede ponerle solución. Juana protagonizó escenas de tristeza, de alegría e incluso de añoranza, que despejaron sus incógnitas personales. Ella se quedó satisfecha con la terapia regresiva y nosotros, también. Nuestra incredulidad y desconfianza se convirtieron pronto en asombro y desconcierto, por haber comprobado la veracidad de la regresión.