Cuando los franceses quieren apelar a las circunstancias responsables de que algo se haya producido de forma irremediable lo explican recurriendo frecuentemente a una frase: «Par la force des choses». Y así cabe interpretar ese curioso proceso que en apenas dos meses ha hecho de un Chirac que partía en las presidenciales como perdedor el auténtico amo del país. Casi todo se ha producido de forma espontánea. Si las mejores cabezas de la derecha de Francia hubieran querido urdir una doble estrategia encaminada a garantizarles una arrolladora victoria, y a la vez el hundimiento de la izquierda, no habrían logrado ni por asomo tan formidable éxito. En vísperas de las elecciones presidenciales, Jacques Chirac parecía admitir resignado la victoria del socialista Lionel Jospin. Tras la primera vuelta y con algo menos del 20% de los sufragios, Chirac se convirtió en el presidente menos votado de la historia de la V República. Y precisamente en ese momento empezó a forjarse su triunfo. El impensable ascenso de Le Pen y el fenómeno de pánico colectivo que le siguió, unido al apoyo incondicional de la izquierda a su candidatura llevaron a Chirac a erigirse en el presidente con mayor porcentaje de votos, 82'06%, desde 1965. Más tarde, llegado el momento de las legislativas, Chirac supo jugar sus cartas, impuso la fuerza bruta electoral, se olvidó de todo apoyo y condujo a su mayoría a una victoria espectacular. Tiene motivos para sentirse satisfecho pero, ojo, hará mal si cae en la tentación, tan francesa, de la arrogancia. Ese 39'71% de abstención registrado en último término debe invitarle a la reflexión. El electorado ha mostrado claros síntomas de fatiga, de desesperanza. Y propuestas vagas y demagógicas como las formuladas por el presidente, relativas a una rebaja de impuestos, o a un mayor control de la inmigración, no parecen las más adecuadas, ni las únicas para generar un retorno de la ilusión. El buen hacer en la gestión, la pulcritud administrativa, la imaginación en la propuesta al ciudadano y la claridad en la exposición le resultarían a la larga más convenientes.
Editorial
La fuerza de los hechos