El controvertido asunto de la ecotasa empieza a tomar poso y ya se habla y se discute abiertamente sobre los mejores destinos para esos miles de millones de pesetas que la tasa turística va a proporcionar. Es un pastel nada desdeñable que sin duda muchos querrán probar. De ahí que ya se generen propuestas más o menos afortunadas, a pesar de que el Govern que preside Francesc Antich ya ha anunciado los primeros planes a desarrollar a cuenta del impuesto.
Ahora es Maria Antònia Munar quien presenta sus propias ideas, planteando la posibilidad de que los municipios que recauden el impuesto consigan el 60 por ciento del valor del mismo para inversiones en el pueblo. Un planteamiento que choca de frente con el criterio tradicional de reparto de los impuestos, que suele hacerse con el objetivo de recaudar más allí donde más tienen para invertir allí donde hace falta, generalmente en zonas más pobres, olvidadas durante lustros, para ir limando desigualdades.
La idea de Munar incide en la necesidad de invertir en las zonas costeras que son, precisamente, las más degradadas medioambiental y paisajísticamente. Así que, aunque no se tenga en cuenta ese baremo que plantea del 60 por ciento, bien es cierto que los municipios recaudadores tendrán que recibir, forzosamente, gran parte de las inversiones, por cuanto su estado de desarrollo excesivo así lo requiere.
Pero eso no significa que el interior tenga que conformarse con las migajas de la ecotasa, pues las zonas rurales precisan también de proyectos y planes que garanticen su supervivencia y que se proteja también su entorno natural con las inversiones que sean necesarias. El necesario equilibrio no será fácil, pero desde luego debe intentarse.