La jornada anterior en Bujumbura la habíamos cerrado con una cena en el Flamboyan, a la que la delegación balear encabezada por la consellera Fernanda Caro había invitado a autoridades y diversas ONGs que operan en el país. Al día siguiente visitamos al ministro del Interior, a quien Caro, entre otras cosas, ofreció, en nombre de su colega, el conseller de Interior, apoyo para la formación e instrucción de la policía en general, gesto que el mandatario burundés agradeció enormemente. Previamente habían hablado más de lo mismo, de la pobreza que vive el país, y de la democratización del mismo a todos los niveles.
A continuación se inició posiblemente lo más atractivo del día, sobre todo en el aspecto estético: la visita a campos en los que en Govern balear, a través de Veïns sense Fronteres, presta apoyo económico "más de un millón de pesetas hasta ahora" a través de microcréditos que este distribuye entre las más importantes entidades solidarias del país, que a su vez entregan a familias con necesidades "viudas de la guerra con hijos, especialmente" para que puedan cultivar algodón, arroz y hortalizas, que luego venden en mercadillos como el de Gatumba, por mencionar uno.
Cuado llegamos a estos campos, nos encontramos con la agradable sorpresa de que las mujeres nos dieron la bienvenida cantando en kirundi, no cánticos folklóricos de la tierra, sino sus reivindicaciones, que como mujeres solas que son y, a la vez, madres de hijos, son numerosas, aunque ahora sólo piden dos: agua para regar y techos para sus casas de barro. «Gracias por venir "cantaban unas, en los arrozales", y no nos olvidéis nunca». «Gracias por no olvidarnos y apoyarnos», se oía desde otro extremo del campo. «¡Bienvenido! Gracias por no dejarnos solas!». Madres e hijos viven en casas humildes de barro. Los pequeños, al vernos llegar, nos miran a hurtadillas, temerosos, pues nadie les ha advertido de nuestra llegada, pero al rato son amigos nuestros. ¿Cuantos habría en aquellos campos? ¿Cuatrocientos? Posiblemente más. Son los hijos de la guerra, los que salvo su madre y la ayuda que les llega, en este caso, desde Balears, no tienen nada más.
Nuestra siguiente parada la hacemos en unos de esos mercadillos que hay en los pobladitos que jalonan el camino hasta Gatumba. Allí, en puestos alineados con cierto desorden, se vende de todo: ropa, pececillos que pescan los críos en las charcas próximas, y a los que las moscas no se comen de milagro, algo de carne y ese arroz, hortalizas y algodón que se cultivan en esos campos anteriormente visitados. Allí nos encontramos con la ministra de Bienestar Social de Burundi, la colega de Caro, a quien agradece el gesto de estar «entre nosotros, apoyándonos en todo». En Gatumba, que está muy cerquita de la frontera con el Congo, donde a Caro la reciben con honores de presidente "no en balde en todo Burundi se sabe que está allí representado al Govern balear", da la sensación de que es día de fiesta mayor.
Allí está la televisión y los representantes de los dos diarios de la capital, así como el de la agencia de noticias burundesa. «Mañana habrá que comprar la prensa "le digo al director general de Cooperación" a ver qué ponen». La plaza del poblado está repleta de gente, sobre todo niños, que parece que ese día no han ido al colegio por la fiesta que de un momento a otro va a dar comienzo, amenizada por un grupo mixto que danza al son de tambores. Más tarde llegará el turno a los parlamentos. Caro, que saluda en kirundi, repite ante el auditorio que la rodea lo que tantas veces la he oído decir desde que estamos aquí: que viene para apoyar el proceso de democratización del país y para ayudar a través de proyectos a quienes más lo necesiten. También hace uso de la palabra Jaume Obrador, que les habla en kirundi.
Sin apenas tiempo para almorzar "en realidad no lo hacemos" acudimos a la Asamblea Nacional. Por último somos recibidos por los miembros del Senado. Todos agradecen a la delegación balear su presencia en Burundi, así como su colaboración y solidaridad. Mañana, desde Tanzania, desde la misma ciudad en que se encontraron los Stanley y Livingstone, Kigoma, a la que nos desplazaremos a primeras horas, les seguiremos contando más de este viaje que me está sorprendiendo por lo mucho que se trabaja en él, por lo agradecidas que están estas gentes de la colaboración que reciben del Govern y por lo mucho que aún esperan que desde les Illes se siga haciendo por ellos.