Casi todos los países europeos costeros tienen islas en su jurisdicción y, lamentablemente, todas ellas sufren el olvido casi permanente de sus metrópolis. Aunque a la hora de recaudar impuestos y recoger los frutos de la riqueza "generalmente turística" de estos territorios insulares los Gobiernos respectivos las tienen en cuenta, y mucho, a la hora de compensar sus limitaciones suelen tender a la amnesia.
Así se puso ayer de manifiesto en el encuentro de regiones periféricas y marítimas de Europa celebrado en Palma, con el medioambiente como tema estrella.
Un asunto que requiere negociaciones y planteamientos serios, pues a nadie se le escapa que un territorio limitado "como es, necesariamente, una isla" arrastra un problema a la hora de deshacerse de sus residuos, por ejemplo, y de luchar contra la superpoblación "con el consiguiente aumento de la contaminación y consumo de recursos" que se genera en los períodos álgidos de las temporadas turísticas.
De ahí que las islas exijan a sus gobiernos, y al gobierno común europeo, que se articulen las medidas precisas para hacer frente a estos problemas particulares que, en el continente, desconocen. En el debate surgió, cómo no, el asunto de la ecotasa como iniciativa propia para combatir algunos de estos déficits, lo que se consideró en la reunión como «un ejemplo». Al final todo se resume en una sola idea: las islas necesitan un apoyo económico extra para afrontar sus peculiaridades. Eso lo sabemos todos, al menos todos los que vivimos en un Archipiélago, aunque es algo que en la lejanía de las capitales, donde se debaten los grandes asuntos políticos, económicos y sociales, a menudo se suele dejar caer en el olvido.