Esta será la última noche que las luces de neón brillen, que la música discotequera suene y que las atracciones giren y giren. La Fira del Ram se despide por este año y lo hace con muy mal sabor de boca. El presagio de mal tiempo del 1 de marzo, día en el que la feria abrió sus puertas, ha continuado a lo largo de toda su andadura. El agua ha enturbiado el pan de estos trabajadores que, valientes, han intentado luchar sin éxito contra la meteorología. No pudo ser, llovió sin descanso. Tan sólo dos rayos de sol tímidos osaron asomarse en esta temporada ferial. Pero no pudo ser, la feria fracasó y con ellas sus feriantes.
Para Rafael Fernández, presidente del gremio de feriantes, este ha sido uno de los peores años de la Fira. Sólo recuerda una temporada que le supera, «fue hace 17 años, cuando nos vinimos aquí; el suelo no estaba todavía asfaltado y también llovió mucho, lo que provocó que la gente no viniera a causa de los barrizales que se formaban». El asafalto es hoy en día una realidad, pero, a pesar de ello, el resultado ha sido el mismo que el de antaño. Además, lo peor ha sido que el mal tiempo ha coincidido con las vacaciones de Semana Santa, por lo que el público infantil, asiduo a las ferias, no han podido disfrutar al máximo de sus atracciones favoritas.
Ya dice el refrán que todos los males vienen juntos y parece ser que en esta ocasión es cierto. Y es que, además del temporal, el cambio de moneda también ha obstaculizado el flujo normal de la feria. Con el redondeo, algunas de las atracciones han subido y la gente no ha admitido gastarse tanto dinero. Otras, en cambio, han respetado su precio habitual, lo que ha provocado que sean las más visitadas. Hoy, día de cierre, se podrá disfrutar de las atracciones por el módico precio de 1 euro.
Las puertas de la feria se cierran esta noche, pero todavía queda una larga jornada de trabajo para los feriantes. Entre cuatro y cinco días serán los que necesiten estos trabajadores para dejarlo todo en orden. Los más afortunados sólo trabajarán uno o dos días para desmontar su sencilla atracción; mientras que otros deberán invertir cuatro días para destornillar las piezas de complejas atracciones como la montaña rusa o la pista de coches.