Daniel O. Laquintana, dueño de la Parrilla Iguazú, es argentino, de Bahía Blanca, que es una ciudad costera a unos 500 kilómetros de Buenos Aires y a ocho o diez de uno de los puertos militares de aquel país, «cuyos barcos, a poco de iniciarse el conflicto, desaparecieron». Laquintana, por un certificado médico, se libró de hacer el servicio militar. Pertenecía a la Clase 63, la que fue a las Malvinas. «Si hubiera hecho el servicio, tal vez hubiera ido yo y quién sabe dónde estaría ahora. Pero me libré».
Dice que lo de las Malvinas, además de absurdo, «pues en los colegios apenas se hablaba de estas islas; es más, muchos argentinos las conocimos el 2 de abril del 82», fue una gran mentira, «algo que nos vendió nuestro Gobierno como cierto e importante para la nación. Yo, al menos, me lo creí, hasta el punto que me dieron ganas de irme voluntario a las islas. Pero al final se vio que de verdad en todo aquello no había nada. Para mí, lo de las Islas Malvinas fue una cortina de humo para distraernos de los problemas económicos y sociales que estábamos padeciendo con una dictadura militar en el poder. Aunque, debemos de reconocer también, que gracias a esa guerra, o mejor, a su final, nos libramos de los militares».
Laquintana nos cuenta que casi todos los soldados que fueron a la guerra eran unos adolescentes, por tanto unos inexpertos, «reclutados en las provincias del Norte, tierras muy cálidas, por lo que allá abajo se debieron de morir de frío; eso les sucedió a los que no murieron en combate, o a manos de los gurkhas, como aquéllos a los que, tras apresarlos en Ganso Verde, después de cortarles la cabeza, les abrieron la barriga, les metieron la cabeza en ella y finalmente la cosieron». Laquintana no ha encontrado en Mallorca a ningún argentino que haya estado en Malvinas. «Tampoco creo que ellos tengan muchas ganas de pregonar que estuvieron allí, ya que al regresar de perdedores se cometió con ellos una gran injusticia, pues se les dejó en el olvido. Se les ignoró».