Salvo que el Tribunal Superior de Justicia de Balears enmiende la plana al juez instructor, dando parcial o totalmente la razón al Ministerio Público y a la acusación particular, en sus respectivos recursos, todo indica que el «caso Formentera» acabará como se intuía en medios jurídicos, con el carpetazo definitivo. En el ámbito penal, no político, lo que valen son las pruebas y en este caso han brillado por su ausencia. Así lo ha puesto de manifiesto el juez instructor en un auto de una extraordinaria claridad expositiva y de impecable factura jurídica. Pero del mismo modo que el magistrado ha censurado con dureza el juicio paralelo realizado desde algunos medios de comunicación y ha descalificado el método utilizado para la obtención de supuestas pruebas, con violación de derechos fundamentales " lo que las invalida por completo" se echa en falta en el auto algo más de dureza respecto a ciertos hechos descritos en los sumarios.
En el «caso Formentera» se han puesto en evidencia ciertas actuaciones "¿ciertas casualidades?" que ética y estéticamente, como dijo el fiscal del Supremo, son criticables. Tampoco se puede infravalorar la importancia de los posibles votos obtenidos en Formentera, «tan magros y raquíticos», según el instructor. Cualquier conocedor de la realidad política balear sabe que la presidencia del Govern puede ganarse o perderse dependiendo del partido o agrupación que obtenga el escaño por Formentera. Y en la más pequeña de las Islas Pitiusas la diferencia de votos entre las dos candidaturas puede ser mínima. De ahí la importancia de cada uno de los votos de Formentera.
No cabe, pues, pecar de ingenuidad. Y aunque algunos de estos hechos puedan formar parte del habitual juego político y de las prácticas en los círculos próximos al poder, sean unos u otros quienes gobiernen, el juez ha dejado pasar una magnífica oportunidad para reprobar siquiera moralmente algunos comportamientos al tiempo que archivaba el caso.