Este año, la meteorología fue generosa y permitió que los palmesanos disfrutaran con todo su esplendor de la tradicional Rua que se celebró durante la tarde. Después de que en ediciones anteriores la lluvia impidiera el desarrollo normal de esta muestra carnavalesca por las calles de Palma, el sol brillante cautivó a los más incrédulos. Este cambio meteorológico motivó la afluencia masiva de espectadores. Cerca de 175.000 personas, según la Policía Local, se echaron a la calle para contemplar las distintas carrozas y comparsas, que rebosaban alegría y sobre todo fantasía.
Hacia las 16.30 horas, miles de personas se amontonaban en las inmediaciones de Jaume III y es Born para presenciar de cerca el desfile. Estas ansias por ocupar un excelente sitio propició algún que otro conflicto entre los más impacientes. Otros muchos se resignaron y fueron ocupando lugares un tanto insólitos, como una señora que se atrevió a instalarse debajo de la tarima del jurado con el peligro que podía suponer. Media hora más tarde, las 38 comparsas y las 19 carrozas participantes fueron apareciendo con su habitual ambiente festivo. Un total de 1.200 personas participaron en el desfile.
La tradicional tirada de confeti y caramelos, acompañada de canciones de moda como «Salta, salta», de King Africa, u otras más antiguas como «Soy un gnomo» reflejaron la cara más divertida del Carnaval.
Las reivindicaciones también estuvieron a la orden del día. Grupos ecologistas en contra el deterioro medioambiental que provoca el hombre; una crítica de Bush, caracterizado con una herida a causa de su accidente con una galleta; una masiva reivindicación contra la globalización; y una protesta contra el teniente alcalde José María Rodríguez por las infinitas obras que está padeciendo Palma fueron los temas actuales elegidos para componer originales comparsas de protesta. Entre el público, los disfraces clásicos como el de bruja y el de payaso también tuvieron cabida en este mundo mágico, lleno de color.