En esta sociedad nuestra la juventud es un valor en alza, qué duda cabe, pero en ocasiones es necesario saber volver la mirada hacia la experiencia, la veteranía y la sabiduría que únicamente acumulan sobre sus hombros las personas que han vivido muchos años. No en vano ante ellos han pasado acontecimientos y situaciones que para los jóvenes son inimaginables desde la perspectiva de la cómoda vida de hoy en día: guerras, hambre, supervivencia... y, cómo no, también la cara alegre de la existencia: aquéllos cortejos de sus años mozos en la década de los años cuarenta, la satisfacción de salir adelante, de trabajar en lo que uno ama, de formar una familia, de verla crecer, de acumular experiencias "unas gratas, otras terribles".
Todo ello conforma un fondo de sabiduría que ningún joven puede albergar. Y por eso hemos querido llamar a su puerta para que nos den su visión de la Mallorca de hoy y del agitado mundo actual. A la hora de reunir alrededor de una misma mesa a un grupo de personas mayores quisimos contar con la presencia de quienes han alcanzado metas importantes a lo largo de su vida laboral y hoy, ya retirados algunos "los artistas no se jubilan nunca", siguen siendo referente obligado si queremos encontrar una opinión de peso. Y a todos ellos les formulamos unas cuantas preguntas "con el veterano periodista Manuel Santolaria ejerciendo de moderador" que nos permitieran atisbar su visión del mundo y de la vida.
El presidente del Grupo Serra, Pere A. Serra, amigo personal de muchos de ellos, quiso saludarles y brindar con nuestros invitados por el año recién estrenado y comentó la ausencia por motivos de salud de Pep García, de la imprenta Gráficas García, a quien deseó una pronta recuperación. Tras el brindis, entramos en faena y queremos empezar por saber su opinión sobre el crecimiento urbanístico de los últimos años que ha transformado notablemente la Mallorca que conocieron en su juventud.
«Se ha vendido el alma al diablo con tanto cemento, Mallorca era un paraíso y se ha convertido en un paraíso de piedra», sentencia, con dureza en la voz, la actriz Catalina Valls, mientras el musicólogo Bernat Torrandell se indigna al comentar el proyecto de «sepultar» es Born: «Es un paseo intocable», dice, a lo que Bernat Rabassa, de los Amigos de los Molinos, agrega con nostalgia: «La cantidad de recuerdos que están ahí de cuando éramos jóvenes...»
Y rescatan de la memoria las sillas de hierro, el limpiabotas, el cine Borne, al que entraban por 55 céntimos, «un precio de lujo», dice, «porque los demás cines costaban 35 céntimos». Allí se ubicaba la sede del Grupo Azul "como recuerda el pintor Joan Miralles", integrado por jóvenes con inquietudes artísticas y del que más adelante surgiría el Círculo de Bellas Artes. «Allí leían poesías mientras mirábamos pasar a las chicas desde las ventanas», confiesan, con la picardía de la juventud aún en la mirada. Manuel Santolaria sentencia: «Era el Salón de Mallorca».
Máximo Alomar, general que fue alcalde de Palma, en cambio, opina que el crecimiento urbanístico «es algo natural y deseable, con muchos aciertos y algunos errores». Cambiamos de tercio y les preguntamos, al hilo de lo anterior, sobre la conveniencia o no de construir nuevas autopistas. El veterano periodista Lamberto Cortés «Avespa», responde enseguida, encendido: «No, por el respeto al suelo de Mallorca, a la tierra y a toda la Isla. Lo han olvidado. Hay una preocupación absurda por hacer la vida cómoda y fácil a los automovilistas y Mallorca no es de ellos, sino de los que la aman. Los coches y las expropiaciones de terreno perjudican. Se pueden mejorar las carreteras, pero no construir autopistas». Rotundo.
Replica, sin excesos pero con solemnidad, el canónigo doctoral Bru Morey: «Las autopistas son necesarias. Yo me pregunto ¿quién tiene la culpa de que haya por lo menos un coche por cada mallorquín? Además, la mayoría de muertes en carretera se producen por choques frontales y eso se evita en las autopistas». Miquel Ballester, físico de profesión, pide seguridad, consciente del elevado número de víctimas mortales en las carreteras y él, que reside en el centro de la Isla, conoce bien el estado de las vías. También quiere recordar «la gran contaminación que hay. Hay que tenerlo muy en cuenta».
El empresario Vicenç Rotger añade que «las circunstancias nos obligan a trasladarnos a Manacor o Inca y no es de recibo sufrir los atascos que se forman en estas carreteras; es preciso reflexionar sobre el asunto hasta encontrar una solución intermedia, que satisfaga todas las necesidades». Pere Gil, glosador, se muestra partidario de la autopista de Manacor: «Que limiten la fabricación y matriculación de coches. Sólo falta una autopista más, la de Manacor, pero pasando por Llucmajor, Campos y Felanitx». «Sería interesante "agrega Torrandell" crear una Riviera, como la francesa y la italiana, para que los turistas puedan recorrer la costa mallorquina y, además, un tren que llegue a Manacor».
Mientras, Bernat Rabassa asegura que «Las autopistas salvan vidas». «Fue un error "acuña Santolaria" desmantelar el sistema ferroviario, pues es fundamental para descongestionar las carreteras, no sólo de pasajeros, sino también para el transporte de mercancías».