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Editorial

Una jornada constitucional

Aunque para muchos parece que fue ayer cuando los españoles acudieron en masa a votar un referéndum que daría validez a la Constitución de 1978, el texto acaba de cumplir 23 años y ya goza de una holgada mayoría de edad. Es quizá, como dijo ayer la presidenta del Congreso, Luisa Fernanda Rudi, el momento de actualizar su vigencia para adaptarla a las nuevas necesidades de la sociedad española.

Este espíritu abierto parece querer tender una mano a los muchos españoles que abogan decididamente por reformar o cuando menos por hacer una lectura no restrictiva de la Carta Magna para romper algunos corsés.

Frente a posturas intransigentes, la delegada del Gobierno en Balears, Catalina Cirer, mostró ayer otro talante en su discurso de conmemoración de la efeméride. Ante una amplia representación de la sociedad balear, Cirer, en un tono emotivo, reiteró su juramento hacia la Constitución y destacó el carácter plurinacional de España que en ella se certifica, reafirmando su compromiso y su amor inquebrantable hacia su «pequeño país», hacia su lengua y cultura. Chocan estas posturas moderadas y llenas de sentido común, abiertas y sensibles, de dos destacados miembros del Partido Popular con la de otros dirigentes del PP. El mismo José María Aznar anteayer tuvo palabras despreciativas, rozando con la burla, hacia quienes aspiran a ampliar esos márgenes autonomistas que establece la Carta Magna. Ciertamente, ayer el presidente quitó hierro a sus palabras pero mantuvo su tesis. Siendo importante todo lo que se diga sobre la Constitución, lo que preocupa es el estilo autoritario que Aznar está impregnando a sus últimas comparecencias públicas. Del estilo conciliador se ha pasado a la prepotencia, sin motivos que justifiquen tal cambio de actitud. Si pretende evidenciar cuál es su poder tanto en el partido como en la vida política española, lo está consiguiendo, aunque defraude a quienes defienden otra forma de hacer política desde el propio PP.

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