El mes de noviembre ha supuesto un duro mazazo en lo que respecta a los datos del desempleo, como era de esperar, ya que se ha incrementado en un 57'4 por ciento respecto al mes anterior. La estadística es desoladora, pero a pesar de ello la situación no es dramática, ni mucho menos. La peculiar estructura económica de nuestras islas "marcada por la estacionalidad de la temporada turística" fuerza un incremento espectacular de las contrataciones en primavera y, como consecuencia, un bajón también sonado en otoño. Hoy nuestra Comunitat soporta una tasa del 9'34 por ciento de paro, prácticamente igual a la del resto del Estado, situada en el 9'22 por ciento. Aunque no es trágico el momento, pues ha crecido un 2'77 por ciento el número de trabajadores dados de alta en la Seguridad Social, tampoco hay que olvidar que el final de la temporada se ha visto probablemente afectado por los acontecimientos del 11 de septiembre y éstos también, seguramente, marcarán el inicio de la próxima. A lo que hay que añadir el enfriamiento de la economía detectado en todo el mundo occidental. De tal forma que si bien los datos no bastan para alarmar al ciudadano, tampoco está de más cierta precaución.
La realidad es que nuestro país está a la cola de Europa en número de empleados y que las modalidades de contratación generan situaciones ridículas que falsean las estadísticas.
El contexto internacional tampoco es el más adecuado para echar las campanas al vuelo y lo que urge, a la vista de los acontecimientos, es garantizar el sustento y la normalidad social de los miles de inmigrantes que se han instalado en nuestra Comunitat en los últimos meses. Pues una sola temporada turística mala podría degenerar en situaciones límite.