El Ajuntament de Palma acaba de presentar unos presupuestos prudentes para 2002, teniendo en cuenta la posibilidad de que la anunciada recesión económica se adueñe de nuestro territorio y que, además, la moratoria urbanística hará descender los ingresos por licencias de construcción.
Un simple vistazo a las cifras municipales arroja ya un dato significativo: un tercio del gasto se destina a personal: doce mil millones de pesetas. Cierto es que para que no se pare la maquinaria administrativa es necesario contar con una numerosa plantilla de funcionarios. Pero tanto en Cort como en otras instituciones públicas se debería reflexionar si se cuenta con la estructura burocrática adecuada para las necesidades reales. O acaso estamos pagando unas plantillas exageradamente crecidas en el transcurso de los años. ¿Son necesarios tantos funcionarios? ¿Se han planteado los políticos realizar una auditoría para lograr un mejor funcionamiento de los distintos departamentos, con los medios humanos y técnicos necesarios, y que evite que sigan creciendo las plantillas? Es una difícil cuestión que los políticos aparcan para evitarse problemas.
Mientras siga sin resolver este desequilibrio presupuestario, las demás partidas, asignadas a capítulos primordiales, resultarán insuficientemente dotadas: educación (1.300 millones), acción social (1.300 millones) o limpieza pública (3.500 millones).
Pese a ello, y afortunadamente, son las anteriores las áreas que han experimentado un mayor aumento en sus respectivas dotaciones, con subidas que oscilan entre un 11'20 y un 30'87 por ciento. Peor suerte ha tenido el departamento de Cultura, que sólo sube un 3'89 por ciento. No es, efectivamente, un presupuesto para echar cohetes. Tiene razón el portavoz socialista cuando lo califica de «continuista y poco ambicioso», pero quizá no esté la situacion mundial para grandes aventuras financieras. Habrá que esperar tiempos mejores. Y, entretanto, gastar el dinero de la forma más racional posible.