Pascual Martínez, sindicalista en los primeros tiempos de la democracia, vuelve a tener problemas. Resulta que se le cae la casa de puro vieja, y por más pasos que ha dado, el propietario no la repara.
Tras mostrarnos el inmueble, «del que se ha ido mi familia, quedándome yo solo y "señala las grietas del techo del dormitorio" teniendo que dormir con un ojo abierto por si se cae», Pascual saca la cartera que contiene los documentos y nos muestra uno del Ajuntament de Palma, con fecha de 2 de mayo de 2001, que insta al dueño de la casa a reparar las deficiencias, y apuntalarla, en un plazo de 24 horas.
«Con fecha del 30 de julio de 2001 el dueño presenta un documento diciendo que ya lo ha arreglado todo, pero yo, cuando me entero, advierto a Cort de que no es así. Desde el Ajuntament me mandan un técnico que con fecha de 10 de agosto de 2001 certifica que no se han arreglado las grietas».
Pero la cosa no termina ahí. Pascual, en el interín, se había encontrado con el dueño de la casa, a quien le pidió «una vez más» que le arreglara las grietas, «y él me agredió». Nos muestra la denuncia, con fecha de 14 de marzo de 2001, en la que leemos que manifiesta que le golpeó con un martillo (varias veces) y alguna en la cabeza».
Servidor ni entra ni sale en esta cuestión, a pesar de que ha visto que allí no se puede vivir por mucho más tiempo así. Por eso, si yo fuera responsable de Urbanisme de Palma me daría una vuelta por esa casa y me aseguraría de lo que puede pasar tal y como está ahora, puesto que sin ser técnico me atrevería a decir que aquello es un derrumbe cantado.