El domingo me cansé de ver en un prograna de televisión vía satélite que los norteamericanos están comprando todo tipo de caretas antigás hasta el punto de que se ha agotado gran parte de la producción de este tipo de artículos de protección ante la guerra que, previsiblemente, se avecina. Todo porque piensan que en el caso de un ataque de la Estados Unidos a Afganistán, aquéllos responderían con una guerra bacteriológica, invisible y silenciosa, pero terrible. De ahí el interés por adquirir cuanta careta esté puesta a la venta sin pensar si es para la guerra nuclear o bacteriológica. Da lo mismo. Lo importante es estar preparado.
Y si hubiera esa respuesta talibán, ¿en qué situación quedamos nosotros? No se alarmen, pero, como todo puede ser, ¿a qué puerta tendríamos que llamar para adquirir artilugios que nos defendieran de ese enemigo? Ayer estuvimos en uno de los pocos sitios de Palma en que hemos visto que hay caretas antigás, una tienda repleta de prendas y objetos que, en su mayoría, tienen que ver con la guerra. Al frente de la misma está Juan Pujades, que de una estantería extrae las dos únicas caretas que le quedan, una con capucha que cubre la cabeza. Su precio es de 26.000 pesetas, 4.000 más que la otra.
Nos interesa saber cuántas ha vendido desde aquel fatídico 11 de septiembre, cuando las alarmas de todo el mundo se pusieron en marcha. «En las últimas semanas he vendido 13 ó 14. Todas a extranjeros residentes en Mallorca. A gente de aquí, ninguna. Los de aquí pensamos que no va a pasar nada, hasta que pasa». Y recuerda que hace unos años también vendió unas cuantas, cuando estalló la Guerra del Golfo. Y siempre a ciudadanos extranjeros.
Pero no sólo compran máscaras, «algunos se llevan el traje completo, que es como un impermeable con botas que deja completamente aislado a la persona que se lo pone. Vale unas 22.000 pesetas». ¿Tiene conocimiento de si hay algún refugio atómico por aquí cerca... o por ahí lejos?, le preguntamos. «No "contesta". Pero me consta que en Mallorca hay un par de personas que en su chalet lo tienen. Total, todo es cuestión de invertir unos millones más en las obras de construcción».