Tanya, la mujer de Pablo Ibar, nos manda un e-mail
Semanas antes de irnos al pantalán "¡cómo pasa el tiempo!, pues ya hemos regresado de él", les hablé de Pablo Ibar, el sobrino de Urtain, inquilino del corredor de la muerte de Starke, donde aguarda a que le sienten en la silla siempre y cuando no se demuestre su inocencia. Les hablé de este asunto a través de su primo Javier, cocinero de un complejo de Llucmajor, a quien conocí la tarde en que Joaquín J. Martínez nos habló en el Palas Atenea. También, una mañana, entrevistamos en el programa de Àngela Seguí en Ultima Hora Radio al padre de Pablo, que reside en Atlanta, y quien nos contó, entre otras cosas, que había hecho el servicio militar en Son Banya y que los días de asueto iba a jugar al Frontón Balear que, según recordó, «es un edificio que está al lado de la ría de Palma», que no es ría sino riera "le aclaramos" y que ya no es, sino que fue. Ahora, meses después de aquello, acabo de recibir el vídeo del programa que Euskal Telebista hizo sobre Pablo "programa completísimo, dicho sea de paso" y un e-mail de su mujer, Tanya, que se casó con Pablo estando éste en el corredor, que, entre otras muchas cosas, me cuenta: «Mi primer encuentro con Pablo fue en casa de un amigo en común. La mejor manera en que puedo describir a mi marido es diciendo que es cariñoso, generoso, leal. Me casé con él porque le tengo un amor muy grande. Creo en él y le quiero con todo mi corazón». Y añade: «Visito a Pablo una vez por semana. Le veo en la habitación de visitas, donde hay mesas y sillas que han puesto para nosotros, y una máquina de refrescos para que la podamos utilizar si nos place. Pablo, en aquella habitación, no está esposado y se puede mover a su gusto. Le puedo besar a la llegada y cuando me voy». «La noche de los asesinatos "recuerda" Pablo vino a mi casa. Estuvimos hablando durante un rato. Al día siguiente, domingo por la mañana, al despertarme mi primo me llamó y me dijo que tenía que llevar a Pablo a casa, recordándome que mi madre había dicho que no podía tener ninguna visita mientras ella estaba fuera. Así que desperté a Pablo y le llevé a su casa».
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P.Prieto |