La impresionante tormenta que se desató en la noche del jueves sobre Mallorca, con precipitaciones que alcanzaron los 150 litros por metro cuadrado en Llucmajor, ha vuelto a poner en entredicho si la Isla está en las mejores condiciones para soportar fenómenos meteorológicos adversos, por otra parte frecuentes cuando llega el mes de septiembre. Es fundamental contar con unos torrentes limpios y despejados que puedan recoger el caudal de agua suficiente y, al mismo tiempo, transportarlo hasta su desembocadura.
Pero nada más lejos de la realidad. A la imprevisión de las autoridades correspondientes "Govern y ayuntamientos", que se olvidan de proceder a su limpieza antes de que se registren las primeras lluvias, hay que sumar el incivismo de otros tantos ciudadanos que abocan al cauce de los mismos todo tipo de desechos (frigoríficos, motocicletas, colchones...). La suma de estas negligentes actitudes puede provocar el desbordamiento de los torrentes y, consecuentemente, situaciones catastróficas con pérdidas materiales y de vidas humanas.
A este problema hay que sumarle el del alcantarillado, que en muchas localidades de Mallorca es insuficiente en tales circunstancias y sufre, además, embozos a causa de la acumulación de suciedad, provocando que algunas calles se inunden como consecuencia de la incapacidad de la red de asumir las precipitaciones. Es también preciso tener bien presente que una política urbanística peligrosamente cómplice del crecimiento desmesurado y del aprovechamiento sin límites de las edificaciones ha propiciado la ubicación de numerosos negocios en sótanos o semisótanos que, cada vez que llegan las tormentas, quedan inundados.
Por fortuna, en esta ocasión no ha habido que lamentar desgracias personales, pero sí numerosísimos daños materiales. Pero resulta indignante que un año más el Govern, el Ajuntament de Palma y otros ayuntamientos hayan sido incapaces de planificar con tiempo esta imprescindible limpieza de torrentes y alcantarillas.