Termina el mes de agosto y en cierto modo puede decirse que el curso político 2001-02 ha empezado, al menos por lo que respecta al PP. El presidente del Gobierno lo inició en Menorca "por cierto, ante cientos de simpatizantes del PP, lo que contradecía el supuesto rechazo menorquín a las vacaciones del presidente" con un discurso contundente en el que dio un repaso a cuestiones de máxima actualidad como el «caso Gescartera», expresando la incompatibilidad de su partido con la corrupción.
No faltaron referencias al Pacte de Progrés, al que responsabilizó del descenso del número de turistas, ni la habitual descalificación de las coaliciones «antimayoría». Pero fue en Quintanilla de Onésimo donde Aznar elevó aún más el tono y lanzó durísimas críticas al PSOE y a su líder, Rodríguez Zapatero, acusándole de poner en peligro la cohesión nacional. Aznar no escamitó calificativos despectivos: mentirosos, arrogantes, ignorantes, desvergonzados y progres trasnochados.
Y nuevamente se refirió al Pacte de Progrés de Balears, sobre el que dijo que los socialistas siguen aliados con quienes piden la autodeterminación. Como era de esperar, el presidente Antich ha contestado a las palabras de Aznar, acusándole de despreciar a los que piensan de forma distinta a él y recordándole que el PP no tuvo reparos en pactar con PNV y CiU cuando sus votos le hicieron falta.
A estas alturas, el discurso anti-Pacte del PP ya suena reiterativo. Si pretende hacer una oposición seria y a la vez enérgica debe renovar sus argumentos y poner sobre la mesa los auténticos errores de gestión del Govern y todas sus contradicciones internas. Y seguir en la línea iniciada con el almuerzo entre el ministro Matas y la presidenta Munar, pero sin caer en el error de pensar que la ruptura del pacto es inminente. Simplemente, deberá estar pendiente de los desencuentros que se van a producir entre UM y los partidos de izquierdas, especialmente PSM y EU-Els Verds, y actuar en consecuencia, pensando en las elecciones de 2003.