Un año más, la marcha Des Güell a Lluc a Peu se ha desarrollado con un contundente éxito de público. Comenzaba anoche la vigésimo octava edición, a las once de la noche, hora oficial, aunque algunos impacientes decidieron «echarse a andar» unas horitas antes. La mayoría lo hicieron desde Palma, como marca la tradición, desde el desaparecido bar Güell. Otros, menos confiados en sus posibilidades, lo hicieron desde otros pueblos. Lo mismo da, el caso es participar y llegar hasta el final, hasta el Monasteri de Lluc, el centro espiritual de Mallorca, donde los marxaires, cansados de tan dura caminata, descansan en los jardines y reponen fuerzas con ensaimadas, donuts y cafés.
Des Güell a Lluc a Peu se convirtió, hace ya unos cuantos años, en la marcha más popular de Mallorca. Más de veinte mil personas partieron desde el Güell con la intención de llegar a Lluc. Durante el recorrido, se juntaron con nueva gente procedente de Lloseta, Consell, Binissalem o Selva, para continuar juntos la marcha. Muchos lo consiguieron, otros se quedaron por el camino, todos coincidieron en destacar la experiencia y la calificaron de «sensacional, divertida y ¡muy cansada!».
Tolo Güell, uno de los organizadores de la marcha, comentaba: «La caminata no podía haber empezado mejor. Eva Paz, que popularizó la marcha en 'Gran Hermano', congregó a la salida a una multitud de personas. Fue una avalancha; su novio Emilio también estaba». Según los miembros de la organización Grup Güell, cada año la gente viene más y mejor preparada: ropa de deporte y, sobre todo, calzado cómodo.
Con respecto a los marxaires, se habla de alrededor de 20.000 apuntados, aunque según Güell, «es muy difícil de calcular, ya que hay mucha gente que sale desde los pueblos y no desde Palma. Lo peor es que cuando llegan hasta aquí lo que más desean es irse a Palma y no se quedan a la ofrenda de flores que se hace a la virgen». De todos modos, desde la organización se habla de que se han superado las cifras del año pasado, «se nota, sobre todo, en las toneladas de fruta repartida y en los miles de litros de agua», comentaba Juan Riera, otro de los organizadores y responsable del avituallamiento en Binissalem.