A las dos horas de haber llegado a Palma, don Juan Carlos I, gorra visera, chaleco de color azul y pantalón "nos pareció" vaquero, fue a echar un vistazo al «Fortuna», al que había dejado en Semana Santa en dique seco. Antes de su llegada al yate real observamos en él una actividad casi febril por parte de toda la tripulación, capitán incluido. El Rey, conduciendo el Volvo de color rojo, el mismo con el que había abandonado la base aérea de Son Sant Joan dos horas antes, irrumpió en el muelle de Portopí sobrepasado el mediodía.
Seguramente, a través de la ventanilla, echaría un vistazo al «Norgue», el bello yate real noruego, por si el rey Harald II estuviera en cubierta, que seguramente no estaba, pues el Volvo continuó su camino. Posiblemente observaría la nueva botavara del «Bribón», barco con el que competirá en la Breitling que comienza hoy "si el tiempo no lo impide", que estaba a pocos metros del «Fram XV», instalado sobre la cubierta del «Norgue», y que es el barco que patroneará Harald.
Una vez a bordo del «Fortuna», y siempre acompañado por el capitán, seguramente recorrió su interior, en el que, tal vez, se hayan obrado cambios respecto al último "y único" verano del buque, puesto que la familia ha aumentado en dos. En popa, mientras se lo permitió la lluvia que caía, estuvo observando los orificios de las turbinas y señalando no sé qué del techo del porche, y luego, a pie, contempló el barco desde el muelle. Poco antes de las dos regresó a palacio y de ahí se fue a almorzar al Flanigan.