Quienes a menudo circulamos por el Camí Fondo, o bien por la autopista, asociamos siempre la depuradora del Coll den Rabassa con malos olores, sobre todo en verano y más aun cuando el viento sopla desde las montañas hacia el mar. Es más, se dice que cuando los turistas llegan a Palma, la primera sensación que tienen es la del mal olor que desprende esa depuradora, cosa por otra parte muy normal, porque ¿cómo va a oler una depuradora sino mal?
Sin embargo, en esa en concreto hay algo más que malos olores. Hay todo un centro de investigación del que sabemos pocas cosas, a pesar de que anualmente lo visitan más de cinco mil escolares y otros tantos ciudadanos integrados en el colectivo de gent gran.
Debemos reconocer humildemente que ese descubrimiento lo hicimos el pasado sábado, cuando, convocados por EMAYA, empresa municipal a la que pertenece dicha depuradora, asistimos a la pesca de carpas que viven en el gran estanque, y que vienen a cumplir un poco la función de herbicidas, o en este caso concreto, algacidas, pues, además de alimentarse del plancton que vive allí, producido por los nutrientes "nitrógeno, fósforo y potasio, entre otros" del agua depurada, eliminan algas y otras especies vegetales. Se trata de una pesca incruenta, pues a la pieza, una vez pesada y medida, se la devuelve al agua. Allí nos encontramos con que en aquel entorno hay todo un mundo animal y vegetal que crece a expensas de lo que llega allí tras haber tirado, usted y yo, de la cadena del váter.
Por una parte, allí viven patos, mirlos, codornices, tordos, ocas, pavos, pavos reales, gallinas, perdices, verderoles, etc.