La duquesa de York, Sarah Ferguson, ex esposa del príncipe Andrés de Inglaterra, y sus dos hijas, Eugenie y Beatriz, abandonaron en la tarde de ayer Mallorca con destino a Londres a través del pequeño aeropuerto de vuelos privados de Son Sant Joan. Les acompañaba un discreto servicio de seguridad, pues a pesar de que ella ya nada pinta en la casa real británica, no olvidemos que las niñas son nietas de la reina Isabel.
A media mañana dejó Son Bunyola una amiga de la Ferguson, también aristócrata. Sobre las dos de la tarde, y a bordo de un coche de La Residencia conducido por una mujer, vimos partir a su dueño, el magnate Richard Branson, anfitrión durante estos días de la ex mujer del príncipe Andrés. Iba camino del aeropuerto, pero al rato se dio media vuelta y regresó a la casa (?). Sobre las tres le vino a buscar un taxi, que ahora sí le dejó en Son Sant Joan, donde tomó el vuelo regular a Londres
Poco antes de las cuatro de la tarde, en un todoterreno, ascendían por la empinada cuesta de la possesió Sarah y sus dos hijas, seguido del coche de los escoltas. Al pasar frente a nosotros ni siquiera nos miraron. Y eso que anteayer remitimos a la duquesa una nota, deseándole una feliz estancia y, al mismo tiempo pidiéndole un entrevista, a la que alguien en nombre de ella nos transmitió que «la señora en vacaciones no concede entrevistas con la prensa».
Durante estos cinco días que han estado en Son Bunyola, la mayor parte del tiempo lo han pasado en la piscina ubicada al norte del caserón en forma de castillo que Branson hubiera querido convertir en hotel de superlujo, y a la derecha de donde se encuentran las casas que han habitado, y que el magnate británico alquila por dos millones de pesetas a la semana, todo incluido. La duquesa sólo se animó a bajar a una de las calitas que están dentro de los dominios de la propiedad acompañada por su entrenador personal, para los ejercicios que la mantienen en forma. Anteanoche, Branson ofreció una cena a sus invitados servida por La Residencia a base de barbacoa, que terminó en una improvisada fiesta que acabó de madrugada.