Manuel Giménez Abad, senador y presidente del PP aragonés, asesinado a principios de mes por ETA, pasó quince días de los once últimos veranos de su vida en la Colònia de Sant Jordi, al principio con su mujer y sus hijos, y en los dos últimos sólo con su mujer, pues los hijos, ya mayores, optaron por otra alternativa. Naturalmente, no estaban solos en la Colònia, les acompañaban amigos como Salvador Maresca y el cuñado de éste, Jorge Martínez.
Cada día, entre las ocho de la mañana y la una del mediodía, con Salvador Maresca iba a pescar en la barca de este, un pequeño llaüt, el «Martel», amarrado enfrente del Bar El Puerto, donde, antes de embarcar, tomaban el desayuno que les solía servir Andrés Medina. «Me llevé una desagradable sorpresa al enterarme de que lo habían matado. Fue por casualidad. Estaba viendo la tele y en pantalla apareció uno de sus amigos dando cuenta del hecho. Luego la vimos a ella, a su esposa... Estaba claro que a quien habían matado era a él. ¡Qué pena! Era simpático y muy discreto. Cada día venía por aquí». Manolo era buen pescador de río, «por tanto, a pescar en el mar, y sobre todo pescar a volantín, le tuve que enseñar yo "recuerda Maresca". Y aprendió enseguida, eh. Solíamos ir por enfrente de la playa y a veces nos acercábamos al faro».
Cada vez que venía a Mallorca se hospedaban en el hotel Sur Mallorca, posiblemente el más alto de todos. Su director, Gaspar, repite lo de los demás, que era un «hombre tranquilo, educado, correcto y muy discreto, que sólo quería descansar y olvidarse por unos días de lo cotidiano. Su esposa también es muy amable». Por cierto, antes de abandonar el hotel el último verano, reservaron habitación para el próximo. «Veremos ahora si la viuda y los hijos vienen u optan por quedarse en Zaragoza. Si vienen "apostilla Maresca" seguro que les acompañarán su hermano y su cuñado».
La primera vez que Manuel estuvo en Mallorca fue en los años sesenta, cuando estudiaba Derecho en la Universidad de Navarra. Allí se hizo amigo de un porrerenc, Bartolomé Juan Picornell, hoy funcionario de La Caixa, en Barcelona. Varias veces fueron de fin de semana a la casa de Manolo, En Jaca, hasta que en uno de los veranos se lo trajo a Mallorca por dos semanas. La madre de Bartolomé, que tiene 90 esplendorosos y maravillosos años, con una lucidez tal, le recuerda. «Manolo de Jaca vino con mi hijo. Visitaron muchos sitios de Mallorca. Estuvieron en La Calobra, Formentor... Era muy simpático y educado. Cuando le asesinaron, mi hijo me llamó y me dio la mala noticia: Es Manolo. ¡Lástima!».