La sexta planta de la Clínica Rotger estaba de enhorabuena, pues los trabajadores de la misma tenían veinte décimos del segundo premio. Los agraciados fueron unos veinte empleados. A Martín le comunicaron la noticia por teléfono, «estaba en casa. Me han tocado catorce millones. Esto me ayudará a vivir un poco mejor». Raquel Sánchez estaba trabajando cuando se enteró de que era millonaria, «supongo que ahora me podré comprar un piso».
«Cada año juego a la lotería de Navidad, y este año tenía más números aparte del premiado. De momento, tengo que pagar algunas cosas, mi casa, mi coche... Tenía miedo de llamar a mi madre por si acaso le daba un infarto», comentó con buen humor Yaiza Vázquez.
Marta Salas fue quien compró todos los décimos y se encargó de repartirlos, «somos una planta joven y casi todos tenemos casas en marcha, familias nuevas, estamos todos con los préstamos hipotecarios. En fin, fantástico». Salas adquirió los décimos sin fijarse en el número que compraba, «han venido de dos bancos, pero no les hemos hecho mucho caso, porque teníamos mucho trabajo por hacer, y hemos seguido trabajando».
En el bar Dársena la alegría también se había desbordado. Todos sus empleados también tenían un décimo o parte del mismo. Sonia, encargada del local, casi no podía hablar de la emoción, «me han tocado siete millones». Paquita Zapata es la cocinera del local, «estamos muy contentos. Nadie se ha quedado sin premio. La chica de la limpieza no podía comprar un décimo y con el 'bote' nosotros le pagamos medio, así que ha ganado siete millones. Por mi parte, yo terminaré de pagar la hipoteca». Jordi, camarero, estaba también satisfecho y comentó con ironía: «Cuando vas a pedir un crédito a un banco te hacen esperar días, pero cuando te toca un premio se ponen en contacto contigo en menos de treinta segundos».