A principios de siglo, allá por los años 1928-1930, las entrañables fiestas de Navidad se celebraban de muy distinta manera a las actuales. Entonces eran unas fiestas más hogareñas que ahora, porque no existían ni los viajes chárter ni los desplazamientos masivos. Además de actos religiosos de diversa índole, exposición de artísticos belenes, matines, y otros eventos, s'indiot (el pavo) era uno de los principales protagonistas de las fiestas navideñas. En las Avenidas de Palma se instalaban docenas de carros entoldados, con su mulo o caballo, llegados de distintos pueblos de la Isla, repletos de pavos, lechonas, gallos, gallinas y algunos conejos.
En aquellos tiempos, regateando un poco, se podía comprar un buen pavo con muchos quilos en la romana, de cabeza y cuello colorado, llamados por los mercaderes «La Fama» por unos precios que oscilaban entre las ocho y las diez pesetas, según el peso. Algunos ciudadanos compraban además un pollo o una lechona. Otros se decantaban por una rolliza gallina, lo más grande posible, quizás por aquello de gallina vella fa bon brou...
Respecto a Su Majestad el Pavo, muchos compradores lo adquirían varios días antes de Navidad, con la intención de presumir frente a sus convecinos, paseando el pavo por las calles, atado por una pata con un cordel... pero todos iban a parar al mismo sitio: la cazuela o el horno, convertidos en sabrosos escaldums o asados. En aquellos tiempos, muchas familias humildes degustaban estos exquisitos platos una vez al año, en Nochebuena, Navidad y Fin de Año.
Capítulo aparte se merecen las coques de torró. Muchos meses antes de Navidad, a la luz de gas se pasaban largas veladas de invierno cascando almendras, principal materia prima para confeccionar las suculentas coques de torró. Sus ingredientes son almendras escaldadas y peladas, azúcar, canela en polvo y raspaduras de limón, colocándolo todo entre dos neules, una arriba y otra abajo, dejándolas secar algunos días para comerlas en las fechas más señaladas.