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Editorial

Electoralismo antietarra

Desde que ETA rompió la tregua se ha creado una situación insostenible en este país y ya son un montón de meses manteniendo en pie un «vodevil» absurdo entre partidos políticos que lo único que consigue es dar alas a quienes justifican la violencia terrorista.

Todos estamos de acuerdo en que cada formación política puede y debe tener su propia postura frente a los problemas de un país y su propio catálogo de soluciones. Pero también es unánime la creencia de que el terrorismo es un conficto extremo que nada tiene que ver con ideologías o estrategias políticas. Por eso es tan necesario que todos los grupos democráticos se muestren unidos, en un único y sólido bloque, contra los violentos.

Aquí está ocurriendo todo lo contrario. Cada uno viaja por su lado y, además, poniendo zancadillas a los demás en un ridículo intento por ganar votos de cara a unas hipotéticas elecciones anticipadas en el País Vasco. La situación allí es, desde luego, apetitosa para un político, pues un Gobierno autonómico en minoría es fácil presa para sus rivales. Pero de ahí a convertir esa cuestión en la principal prioridad de toda una nación, va un abismo.

Aznar y su equipo condicionan cualquier diálogo sobre terrorismo con otros partidos a negociaciones en torno al mapa político vasco. Y Zapatero y los suyos se ofrecen a estudiar las propuestas. Lo grotesco del caso es que las ideas de unos y otros se lanzan a la palestra delante de las cámaras de televisión, en ruedas de prensa y programas de radio, como proclamas electoralistas y fuego de artificio propagandístico. Como si la ciudadanía no supiera que, si de verdad quisieran resolver el tremendo problema del terrorismo, hace mucho que se habrían sentado "todos" en una misma mesa, sin más testigos que la honestidad y la confianza en un futuro mejor.

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