«El espacio, la última frontera», sentenciaba el capitán Kirk, en la mundialmente famosa serie de ciencia-ficción «Star Trek». Gracias al proyecto de la Estación Espacial Internacional (EEI), empieza a ser ya una realidad el deseo de eliminar esa última frontera más allá de nuestro planeta. El pasado 31 de octubre partían del cosmódromo de Baikonur, en Kazajstán, a bordo de una nave Soyuz, los astronautas Bill Shepherd, Yuri Gidzenko y Sergei Krikalev con destino a la EEI, a la que llegaron dos días después, convirtiéndose así en la primera tripulación permanente de la estación.
La estación dará dieciséis vueltas diarias alrededor de la Tierra. De este modo, los astronautas podrán observar otros tantos amaneceres y crepúsculos a lo largo de cada jornada. El ideal de cualquier poeta romántico. Al igual que en otras misiones espaciales, las comodidades no serán excesivas para los habitantes de la estación. Por ejemplo, tendrán que dormir en un saco, amarrados a la pared, o utilizar una manguera para poder orinar. Sin embargo, las duchas serán semejantes a las de la Tierra. Un alivio. Ahora la EEI está formada por tres módulos, y está previsto que esté finalizada en el 2006.
Así pues, se ha dado un paso más en la conquista del espacio, iniciada décadas atrás con el proyecto Apollo. En dicho proyecto participó el mallorquín Andrés Ripoll (Barcelona, 1933), quien ha hablado con Ultima Hora sobre aquellos años y sobre la nueva estación espacial.
Ripoll es doctor ingeniero politécnico. Su vida quedó ligada a la carrera espacial a finales de los años sesenta. «En 1968 Estados Unidos y España llegaron a un acuerdo para poder instalar estaciones de seguimiento de satélites, en Fresnedillas y Robledo. A raíz de esos acuerdos la NASA se comprometió a dar formación en determinadas áreas a ingenieros españoles, y yo fui uno de los seleccionados», comenta.