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Editorial

La séptima víctima

Ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo a la hora de llevar a cabo una manifestación de repulsa por una nueva muerte, la del concejal Manuel Indiano, un chico de 29 años, que hace el número siete de este verano de locura terrorista. Políticos del PP, del PSOE, del PNV y de Izquierda Unida han mostrado simbólicamente cuán lejos se puede estar uno de otro en un asunto en el que básicamente todos están de acuerdo. A la hora de salir a las calles de Zumárraga, donde tuvo lugar el atentado, para mostrar al mundo su dolor, lo hicieron en dos grupos separados, unos bajo la pancarta en castellano y a modo de concentración, los otros con el lema en euskera y en manifestación. Tremendo. Sería ridículo si no fuera porque detrás de esta pantomima absurda hay una viuda joven que espera la inminente llegada de su primer hijo, una niña que llegará al mundo huérfana en un hogar destrozado por el dolor y el llanto.

Ahí es adonde tienen que torcer sus miradas estos líderes políticos incompetentes que apenas se dirigen la palabra si no es para insultarse. Al pueblo. A todas esas personas que un día están amenazadas, al otro se marchan del País Vasco y al otro, finalmente, escuchan el tiro en la nuca. A una sociedad que no avanza, que se ha estancado en la sombra, y que, como dijo ayer el lehendakari Juan José Ibarretxe, cada día desprecia más a los etarras y a sus métodos.

Por eso quienes se muestran incapaces de dar un solo paso adelante en la resolución de este conflicto, siquiera de sentarse frente a otros partidos para unir sus fuerzas contra la barbarie, deberían pensar en dedicarse a otra cosa y dejar el sitio a alguien que tal vez tenga más agallas, mejores ideas o, simplemente, menos soberbia y más ganas de trabajar por la paz, sin fisuras.

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