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Vacaciones sin límite de tiempo

Algunos relojes del centro de Palma han dejado de funcionar

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Unos extraños objetos con números y agujas que, según su definición, indican el paso del tiempo mediante un movimiento uniforme, han perdido en Palma su razón de ser. Cuando desaparece la funcionalidad de las máquinas que el hombre ha inventado para disfrutar de una vida más agradable, algo extraño ocurre. Si en estos días de intenso calor algún peatón desea saber qué hora es y no dispone de esa opción en su muñeca, estará perdido. Los relojes públicos están de vacaciones.

Lo que se traducía a priori en un servicio que aligeraría el desasosiego producido por el sol, se convierte en desesperación por conocer cuántas horas quedarán para que llegue el fresco, para que empiece la película o para que concluya la jornada laboral. Y esto no es hacer la vida más agradable a nadie, el fin de los inventos del ser humano. Los relojes de Palma han metido en una maleta sus tuercas y tornillos y se han ido sin decir adiós. Sólo permanecen las carcasas. Mientras, el ciudadano comprueba cómo pasa el tiempo de rápido o, en su defecto, cómo han incrementado las distancias. Y es que un paseo desde el instituto Ramon Llull a la Plaça de la Reina tarda en realizarse, si uno se guía por los relojes, tres horas menos cuarto. Si bien, hay cierta distancia desde un punto a otro, parece que tanto tiempo en recorrerla sólo podría ser si se estuviera en otra dimensión.

Pues no. Los relojes públicos de Palma están parados. Nadie tarda tres horas en recorrer distancias nimias, ni la locura se ha apoderado de los viandantes. Es como si se hubieran puesto de acuerdo en organizar una extraña manifestación contra el final del verano, con la que estos objetos quieren implicar al tiempo. Los puntos neurálgicos de la protesta se encuentran, junto con los dos citados, en el Passeig de Mallorca, la plaza Progrés, la iglesia de Sant Magí y en la Rambla. La funcionalidad de estos aparatos se ha perdido. Ya no describen un movimiento circular que mide el tiempo, hoy sólo sirven para adornar o para pasar por mobiliario urbano. Quizá habrá que recurrir en un futuro a las farolas para conocer la hora.

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