Pedro Otzoup nació en San Petersburgo, Rusia, en 1917. Estudió arquitectura en Alemania y trabajó como director artístico en varias películas, descubriendo puntos comunes entre el séptimo arte y la arquitectura: «El ojo de la cámara de cine guía al espectador por donde el director quiere, sin engaños, pues el espectador sabe en todo momento cuál es el lugar que ocupa. En mis casas también vas guiado, y quien las habita ve lo que yo quiero que vea, y quiero que disfrute mirando la belleza».
Para Otzoup «la casa» es lazo que une al individuo con otros hombres y con la naturaleza, a la que pertenece: «Aunque el hombre es el factor nuevo que adapta el medio a sí mismo, lo que supone un equilibrio difícil, ya que la naturaleza no tiene ni voz ni voto, y forzar a la naturaleza siempre tiene un final infeliz». Por eso el espacio impone una forma de vida a la persona. «Es la casa la que marca el día: cómo te levantas, lo que ves por la ventana, la luz... Se ha de contar con el clima, con el mar, el viento y el sonido del agua».
Se enamoró de Mallorca desde la primera visita: «Cuando vi el Mediterráneo tan limpio, y buceé... El agua era verde y amarilla y decidí: aquí tengo que hacer mi casa... Era bellísima Mallorca, maravillosa y amable. La mano del hombre había humanizado y dulcificado la Isla, pero hoy la está degenerando el materialismo exagerado». Considerar que cada entorno es diferente y proponer su particular estilo es la base sobre la que proyectar la idea. «Quiero un chalet mallorquín al estilo ibicenco es una petición absurda». Piensa Otzoup que cada país y cada región se expresan de un modo diferente, y que no se trata de copiar nada sino de utilizar los elementos que el medio ofrece, enriqueciéndolo, dándole forma: «Poner un arco en la ventana y una escalera de caracol no es nada, es un sinsentido que no crea una casa mediterránea. Hay que tener en cuenta dónde abrir la ventana para dirigir la mirada del «espectador», el mensaje subliminal que envían los colores, los claroscuros que el sol dibuja...».