Un tema tan delicado y difícil de resolver como el de la sequía no podía zanjarse de forma definitiva con la puesta en marcha de las desaladoras portátiles aprobada por el Govern y la cuestión sigue generando polémicas. Y no es para menos. Primero, porque el consumo no deja de crecer. Cierto es que estamos en el periodo más caluroso de la estación cálida, que las Islas están a rebosar de visitantes y que lo mismo personas que animales y jardines precisan en estas fechas más agua que nunca. El Govern está impulsando una campaña de concienciación a la ciudadanía que, en realidad, nunca sabremos hasta qué punto es efectiva, pues la gente sigue abriendo los grifos con alegría y pagando las abultadas facturas que de ello se derivan como si tal cosa.
El Govern ha destinado mil millones de pesetas a fondo perdido para la instalación de las desaradoras móviles y la empresa municipal de aguas de Palma, EMAYA, ha decidido "para cubrir su parte en el proyecto" subir las tarifas a ciudadanos, empresas y hoteles, pero no por el consumo, sino de forma fija. Cuando el año pasado obtuvo pingües beneficios.
Así las cosas, uno de pregunta qué se puede hacer para resolver una cuestión tan enrevesada como ésta. La realidad es que difícilmente nos daremos cuenta de cuán escaso es este líquido mientras lo tengamos a manos llenas. Y queda demostrado que subir los precios "como ocurre con las gasolinas, el tabaco, los medicamentos o el alcohol" no conduce sino a una mayor recaudación, nunca a un menor consumo. Y aquí es donde debería entrar el ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, que tan comprometido dice estar con la realidad de Balears. Desde Madrid deben plantearse propuestas serias, con financiación, para atajar el problema.