Muchas veces hemos escuchado la cantinela de que las autoridades aspiran a convertir Mallorca en un paraíso de turismo de alta calidad y que para ello se están adoptando las medidas necesarias, entre ellas la tan traída y llevada ecotasa. Cabe preguntarse ahora qué es lo que entienden las autoridades por turismo de calidad porque lo lógico es que las personas o familias que escojan nuestras Islas como destino vacacional de lujo exijan encontrar aquí la tranquilidad, la belleza y la calidad de servicios que ofrecen otros destinos turísticos de alto standing. En cambio, al llegar a determinadas zonas del Archipiélago nuestros visitantes encuentran calles sucias, playas atiborradas de chiringuitos, hamacas, velomares y demás servicios que restan belleza y placidez al paisaje y, lo peor de todo, ruidos atronadores hasta la madrugada.
Ya sabemos que hay zonas de primera y de segunda en Mallorca. Pero hay que preguntar por qué las autoridades permiten que unas se vayan degradando hasta convertirse en guettos de turismo barato, maleducado, ruidoso y problemático, mientras se reserva la categoría para otros lugares.
Los hoteleros y los vecinos de la Platja de Palma están que arden, pues los expertos aseguran que soportan 48 veces más ruido del que permite la Organización Mundial de la Salud, por no hablar de lo que viene detrás del ruido, que son las peleas, los vómitos, las borracheras, los conflictos y, en fin, todo un ambiente nada «exportable» para una comunidad que vive del turismo.
Lo malo de todo esto es que los responsables municipales optan por dejar las cosas como están, condenando a toda la zona a una decadencia segura, e incluso haciendo excepciones en la normativa para que ciertos locales puedan cerrar sus puertas "y sus ruidos" mucho más tarde que los demás.