Todos los genios tienen también unos padres, y el diseñador Miquel Adrover no es la excepción. Es más, tiene unos padres excepcionales, sobre todo en sencillez, modestia y amabilidad, a quienes no se les ha subido el pavo por aquello de tener un hijo importante, cuyo trabajo cotidiano, la creación, está siendo mundialmente reconocido.
Ayer estuvimos con ellos en su casa de Calonge, a la vera de donde su otro hijo tiene el taller de mecánica. De una caja, Maria, la madre, sacó fotografías en las que vemos a Miguel con su primer socio, en Nueva York, «cuando hacían prendas de vestir aprovechando los retales que una fábrica próxima a su casa tiraba a la basura». En otra, cuando en una de las últimas veces que viajo a Mallorca «nos reunimos los cuatro».
"¿Es cierto que pronto viajarán con su otro hijo a Nueva York, a presenciar el desfile de moda de Miquel? "No. Irá el chico, nosotros dos nos quedaremos en casa. Yo ya he ido en dos ocasiones "dice el padre" y ahora mi suegra no está muy bien de salud, por lo que lo aconsejable es quedarnos aquí.
"¿Ha cambiado mucho Miquel desde que es famoso? "¡Qué va! Sigue siendo el mismo de siempre, un chico modesto y muy trabajador. La única diferencia es que si cuando llegó a Nueva York tuvo que limpiar cristales para vivir, ahora vive gracias a su trabajo que, además, está totalmente reconocido.
"¿Y ustedes, cómo lo ven? "Pues que nos alegramos mucho por él, ya que siempre quiso hacer lo que ahora ha conseguido. En Palma tenía un bar, el Distrito, en sa Llonja, y trabajo si hubiera querido en casa, pero él prefirió hacer lo que quería. Y lo ha conseguido. Por eso somos muy felices.