Aún es pronto para recupararse del impacto de la tragedia del jueves en Soria "los allegados no se recuperarán jamás", pero es ya el momento de analizar qué ha pasado, cómo ha podido ocurrir y de qué forma se puede evitar que suceda algo similar en el futuro. Cada año se suman números a la terrible estadística de muertes en accidentes de autocar. En esta ocasión no hacía mal tiempo, las condiciones de la carretera no eran malas y el vehículo siniestrado "que se llevó consigo la vida de 28 personas" era nuevo, con todos los papeles y controles en regla. ¿Cómo es posible, pues, que lo que debía ser un viaje de placer, lleno de alegría y de risas juveniles, se haya convertido en un infierno para los que se van y quizá peor para los que se quedan?
Todo parece indicar que la causa del accidente ha sido un error del conductor del camión "también fallecido", que invadió el carril contrario al salir de una curva amplia y en cuesta, aunque no difícil. Algunos hablan de exceso de velocidad, otros de un posible desplazamiento de la carga del camión como causas del desastre.
El caso es que lo sucedido ya no tiene solución, pero sí que lo tienen otras cosas, como el hecho de que, cumpliendo toda la legislación vigente sobre seguridad vial, el autocar quedara reducido a un montón de hierros retorcidos tras el impacto, como si fuera de papel. En Europa llevan cinco años discutiendo cómo reforzar la seguridad de los autocares, entre otras medidas, sin llegar a ningún lado. Así es imposible. Pensemos que cada hora que pasan los políticos comunitarios en sus estúpidas discusiones, alguien está poniendo su vida en peligro en las carreteras de toda Europa. No hace falta esperar a que se produzca una tragedia como ésta para atar los cabos sueltos. De haber tomado decisiones antes, quizá no hubiera ocurrido.