Ya al principio Sor Milá sacó a Íñigo, que estaba muy ofendido por la imagen difundida de su persona. En su descargo aseguró que él no era el único que jugaba a pádel con sus mucosidades: todos en la casa se hurgaban las pituitarias, se echaban gases letales y otras cosas que no quiso contar, pero se me viene a la mente el título de la película Atracción fecal. Luego metieron a cuatro de ellos en el confesionario para darles una sorpresa, que consistió en que hablaron con algún ser amado como si llevaran 30 años de destierro en Siberia. Iván dijo que seguía queriendo mucho, mucho, mucho, a sus papás, como la trucha al trucho. Mabel soltó grititos de júbilo, risitas y al salir del confesionario se permitió... ¡un tacoooo!
A Koldo le pusieron una chisporroteante grabación de su madre leyendo por teléfono unas notas afectivas con entonación de comunicado de prensa, claro, porque los papis son funcionarios en Bruselas y lanzan sus besos con sello oficial. Deformación profesional. Ismael contactó por Internet con su novia, que le dijo que aún le espera bajo el emparrado (y a poder ser, con los veinte kilos).
Gran Hermano reservó para el final la Gran Sorpresa, que consistía en una acción de Íñigo en el interior de la casa, precedida de tanto misterio por parte de La Milá, que uno no sabía si se los iba a pasar a todos por el catre, empezando por Ania. Lo comentaré mañana.