Era ésta una estampa habitual de las calles de ciudad de antaño, ya esvaïda hoy, como decía Màrius Verdaguer. Esta visión de la calle Colón ha desaparecido tras la neblina de la distancia temporal poniendo colofón con rúbrica de efemérides. De hecho, el popular medio de transporte, aquel saltarín y sonoro tranvía que expiró a los cuarenta años de su puesta en funcionamiento, era un elemento más de la fisonomía urbana de Palma.
Por otra parte, el paciente asno estiraba de los carros que se empleaban para transportar mercancías de una parte a otra de una ciudad desprovista de murallas que separasen el casco antiguo de los arrabales.
La señora que aparece a la derecha de la foto intentando cruzar la calzada sin ser arrollada por la bicicleta que da paso al carro que pisa los cauces del tranvía que espera su turno de paso, se dirigía a una de las tiendas de esa calle anexa a Cort repleta de establecimientos comerciales de atractivos escaparates. Como pueden ver, incluso en las frases anteriores, el «maremágnum» de gentes y medios de transporte varios a las doce y veinte del mediodía era en aquellos días algo habitual.
En aquella calle Colón de los años cincuenta, donde se ubicaban la farmacia Miró, La Gruta, Almacenes Salvat, Casa Planas, la tienda y taller de la modista María Rosa, Radio Colón, Bar Roma o Establecimientos Victoria, paseaba de un lado a otra de la acera, contoneando su cintura, un personaje popular de la zona, en Colau Marieta. Este vecino de la calle Jaime II se ponía coloretes en la cara y lucía un babero que levantaba ante algún dependiente de bonitos ojos de las tiendas mencionadas. Del tranvía pendía en muchas ocasiones la pantorrilla derecha de nuestra Bel Rollet; aquel otro personaje popular de la época. Eran tiempos en que pocos nombres eran anónimos y donde todos los comerciantes se conocían entre sí. Sobre todo aquellos vecinos de la calle Colón emparentados por un linaje xueta y un mismo oficio, el de joyeros.