Cuenta Jaume que el accidente fue más bien tonto. La noche anterior había estado en una cata, en Cala Sant Vicenç, y a la mañana del día siguiente, sábado, al ir a buscar una pieza que necesitaba a Llucmajor, «yendo a 50 por hora» se despistó, el vehículo golpeó contra una pared, dio varias vueltas de campana y él salió disparado de su asiento. «Cuando acabó todo me di cuenta que estaba en la carretera y que de cintura hacia abajo no sentía nada», recuerda. Fue trasladado urgentemente a Son Dureta y de ahí, en una avioneta, a Toledo, donde entre una cosa y otra ha permanecido quince meses. Desde hace una semana ha vuelto al tajo. Como si no hubiera ocurrido nada.
Aparte de lo duro que es no poder volver a caminar más, «es que en Toledo te encuentras con casos que te parten el corazón. Casos de gente joven y anciana, que algunos, incluso, te ayudan a llevar mejor lo tuyo, pues siempre encuentras a alguien que está mucho peor que tú. Pero, sí, es muy duro aquello». Pese a lo cual no se cansa de repetir que «yo estoy feliz ahora».
Dentro del proceso de rehabilitación, el pasado mes de agosto, Jaume tuvo un recaída, «un brote psicótico», dice, que le tuvo en las puertas de la muerte, pero del que "es obvio" se recuperó. «Lo pasé muy mal. Tuve el bajón, me llevaron a un psiquiatra, atado además... ¿te imaginas un paraplégico atado?... Encima, me dio un parón cardíaco, tuve neumonía, otra parada cardíaca y... bueno, pues que me daban veinticuatro horas de vida, pero como se ve que no debía de ser mi día, sigo vivo y, ya digo, feliz. Y en el fondo he tenido suerte».