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Fue el jueves, como les dije...
Sucedió el jueves, como ya les conté. Anteayer la Corte de Miami sacó del corredor a Joaquín J. Martínez, a quien manda a una celda de la cárcel de Tampa a la espera de que el abogado Raben le pueda sacar, bajo fianza, a su casa, donde, si es así "cosa nada fácil" tendrá que vivir con un collar o una muñequera magnética que le limitará el espacio en el que pueda desenvolverse, pero ¡qué más le dará! después de haber estado oliendo la muerte durante tres años.

Anteayer, a los pocos minutos que Manuel Jaén Palacios me diera la buena nueva, llamé a casa de los padres de Joaquín. «¡Gracias Mallorca! ¡Gracias Baleares! ¡Gracias a todos por habernos ayudado!» La emoción entrecortaba la voz de la madre, mujer pequeña, pero fuerte, que durante tres largos años, hombro con hombro con su marido, Joaquín, ha luchado para ver a su hijo fuera del corredor. El peor lugar del mundo, al que llegas una vez traspasadas las barreras por un largo pasillo pintado en tonos beig. Luego giras hacia la izquierda y tomas por el ancho corredor. Paralelo a una de las paredes observas la línea amarilla. Por el estrecho pasillo que queda entre ambas, caminan los condenados a muerte en sus idas y venidas, cabizbajos, pasito a pasito por mor de las cadenas que llevan en los pies. ¡Espeluznante!

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