El tan llevado y traído problema del agua en Balears añade cada día un nuevo capítulo de malentendidos en una política que no hace más que despistar al ciudadano, atónito ante las batallas entre políticos a la hora de solucionar un asunto que debería ser pritoritario y de carácter urgente para nuestro Govern. La entrevista del ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, con la consellera de Medi Ambient, Margalida Rosselló, ha vuelto a levantar ampollas por el ofrecimiento de cuatro nuevas desaladoras para las Islas. La cuestión es que la oferta se interpretó en un principio como alternativa a los actuales proyectos en marcha "sa Costera, desvío del torrente de Manacor, ampliación de la desaladora de Palma" cuando en realidad no se trataba más que de nuevas ideas para resolver de una vez un problema que arrastra desde hace décadas nuestro archipiélago.
Lo cierto es que por el momento la actuación del ministro mallorquín está siendo correcta y, tal como prometió tras su nombramiento, está mostrando una especial sensibilidad hacia los problemas que padece su tierra, cosa que le honra. Ahora misno hay 21.000 millones de inversiones comprometidos para Balears "a la espera del visto bueno del Ministerio de Economía" y Matas ofrece 15.000 en el caso de aceptar la propuesta de instalar las cuatro nuevas desaladoras que tanta desconfianza despiertan en los ecologistas del Govern. Tal vez los ecologistas tengan mejores ideas para resolver la situación, pero ya ha quedado claro que las campañas de concienciación ciudadana y las medidas de ahorro a pequeña escala sirven, por desgracia, de muy poco. Estamos ante un problema grave, a largo plazo, y de consecuencias tremendas. Las soluciones deben ser, por tanto, consecuentes con la magnitud del problema. Ya se ha reaccionado demasiado tarde y no es momento para poner peros a las propuestas de los demás.