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La vida en Can Palerm

Los dieciocho internos en este centro de la Iglesia pueden encontrar allí la amistad y la solidaridad que no han hallado en la calle

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Generalmente viven en Can Palerm personas apartadas socialmente, con un notable deterioro psíquico y físico motivado en la mayoría de los casos por el alcohol y que apenas se relacionan con la familia, por lo que desde allí, una vez ingresado el paciente, se promueven los encuentros familiares. Las edades de los internos suelen sobrepasar los 65 años.
Estas personas llegan a Can Palerm vía Hospital de Nit, General y Caubet. Pueden hacerlo por otros caminos, aunque los apuntados en primer lugar son los más frecuentes. Lo importante a la hora de ingresar es que la persona acepte estar en ese centro, lo cual, en ocasiones, el marginado rechaza debido al carácter independiente que lo caracteriza. También hay quien ingresa porque no se encuentra bien de salud, pero que a poco que mejora, se marcha.

Una vez instalados en Can Palerm hay que respetar las normas de convivencia y aceptar las responsabilidades que les dan a cada uno, entre otras, ayudar en las tareas domésticas, como poner la mesa, hacer las camas y ordenar el cuarto. ¿Que cómo se llevan los internos? Muy bien. Se ayudan unos a otros. Así, uno que no está bien de salud ve cómo el compañero da de comer a sus peces; en ocasiones comparten sus cosas, salen de vez en cuando al cine o con el buen tiempo van a la playa o de excursión al campo. Los internos de Can Palerm, hoy dieciséis hombres y dos mujeres, están muy bien atendidos en todos los sentidos por trabajadores familiares, auxiliares de clínica, un trabajador social, enfermera y médico que realizan su labor a base de mucho amor y solidaridad.

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